viernes, 25 de mayo de 2012

La reforma bancaria y la alternativa del diablo. ¿Última oportunidad?. (Política, Economía. 698)

En un sistema como el actual, intervencionista a más no poder, una solución liberal estaría muy lejos de producirse respecto al sistema financiero, de la misma manera que no se hubiese producido la burbuja actual ni disparado los riesgos en la gestión y toma de decisiones. Pero efectivamente, y como acertadamente comenta Daniel Lacalle,  si se tiene que hacer una reforma bancaria y un rescate, que se haga bien, de manera transparente y a precios reales, porque de lo contrario, y como ha estado ocurriendo hasta ahora, estaremos agravando y postergando el problema:


"Hay esperanza y dudas entre los inversores tras el anuncio de la reforma financiera. Y nos guste o no, los inversores son la única solución real para financiar las agencias de gestión inmobiliaria (banco malo). Esperanza, porque es la primera reforma que lo parece de verdad. Dudas, sobre todo, porque no queda claro ni el descuento que va a aplicarse a los activos tóxicos, ni la formula de financiarlos. La respuesta, en mi opinión, es que si el descuento no es muy importante, la financiación será complicada.

Los inversores se lo habían dicho en muchas reuniones al Gobierno –a éste y al anterior. Solo se aceptaría una solución “americana”, un rescate (TARP) y que se saquen todos los cadáveres del armario. Es lógico que el Gobierno no quiera asumir un coste político tan alto, ante un problema aumentado por la política del avestruz que comentábamos en septiembre, sobre regulación intervencionista del Banco de España y malísima gestión de la cartera de crédito de algunas entidades –no todas ,ni mucho menos-. La otra solución, la liberal de verdad, era dejar quebrar a los malos bancos, subastar sus activos, que perdieran los accionistas y los bonistas y que se concentrase el sector en las entidades sólidas. El problema es, y era, dejar quebrar entidades, muchas de ellas públicas, y su coste político.

Dejar caer a los malos, o una “solución EEUU” o una “solución sueca”, comprar los préstamos de una vez a precio real de mercado. Pero supondría quiebras para muchas instituciones, con lo que tendría un mayor coste político aún. La alternativa del diablo. Como en la vieja novela de Frederick Forsyth, todas las alternativas al error de “esperar a que escampe” y negar la burbuja de los últimos cuatro años son complejas a nivel financiero, y políticamente difíciles. Pero es lo que exige el capital inversor, que es la parte del león de la solución. Una limpieza inmediata y total. Y el riesgo es que se percibe la solución como valiente, más rigurosa que las no-reformas anteriores, pero con cuestiones sin resolver y, probablemente, demasiado tiempo -dos años- para implementarse.

En el año 2008, nos contaron que la exposición máxima al ladrillo “problemático” de la banca era de 25.000 millones. Hoy, cuatro años después, la cifra que manejábamos muchos es oficial. Casi 184.000 millones en activos tóxicos en un conjunto de entidades mayoritariamente públicas. Y se deben depurar responsabilidades por la pérdida de credibilidad de la ingente cantidad de datos incorrectos con los que se nos intentó “tranquilizar”, sin éxito, en el pasado.

Por lo menos, el Gobierno pone encima de la mesa el problema. La solución es menos evidente. Pero la alternativa del diablo nos indica que ser drástico duele a corto plazo, pero cercena la gangrena. Dejar la solución en manos del mismo regulador y los mismos gestores que extendieron y enmascararon el problema “por si escampa” nos puede causar un problema mayor. Porque la credibilidad se pierde en un día y no se recupera en años. Y es una cuestión de Estado.

En este país, que no tenía crisis ‘subprime’ -esos son cosas de los malvados americanos-, nada menos que 73.000 millones de esos 184.000 millones de activos tóxicos corresponden a suelo urbanizable. Esto es muy importante porque una de las cosas que separa nuestra crisis de otras en la OCDE es que nosotros tuvimos la genial idea de dar préstamos contra el suelo antes de urbanizar. Porque los pisos se pueden vender, será a un 40%, 50% o 60% de descuento, pero el crédito al suelo deberá ser provisionado al 100%. El ajuste inmobiliario, vía rescate, les costó a otros países entre un 20% y un 40% del PIB. Y diluciones masivas en las entidades bancarias. Pero es el principio de la solución.



En el año 2004, un buen amigo, profesor de una prestigiosa escuela de negocios, me contaba lo sorprendido que estaba al ver el perfil profesional “tan diverso” de los nuevos banqueros que acudían a su curso. Políticos, sindicalistas, filósofos, entre otros. “Es lo que hace el dinero gratis, todo el mundo es Rothschild hasta que para la música”, decía. Y paró. El problema no es que parase, sino que nos quedamos quietos esperando a que volviera a tocar y ahora… a hacer los deberes con intereses.

Merece la pena resaltar:

. Que los depósitos no corren peligro y que precisamente el aval estatal a todos los activos tóxicos hace que, aunque sea una medida que no me guste nada, los depósitos estén más seguros hoy que hace un mes.

. Que la creación de vehículos de gestión inmobiliaria (bancos malos) y las inyecciones de capital público no van a aumentar el crédito inmediatamente, porque el problema de España sigue siendo un endeudamiento público y privado del 350% del PIB, y el proceso de desapalancamiento es inexorable. Además, las entidades bancarias, una vez que hayan intentado apagar el fuego del agujero inmobiliario, se encuentran un entorno económico complejo. Y ante unas expectativas de caída del PIB también en 2013, según la UE, los préstamos de dudoso cobro (NPLs) seguirán siendo un problema. La cuestión no es que fluya el crédito, sino que se reactive la financiación a proyectos de crecimiento serios y se provisione y capitalice todo el crédito “zombi” real. Si no, recuperar el crédito es imposible en una economía apalancada más de tres veces su producto interior bruto, donde el retorno sobre activos de parte de la banca es inferior a su coste de capital.


. Si se involucra al Estado, y volvemos a aceptar valoraciones de burbuja y artificios contables, la necesidad de inyecciones constantes nos va a mantener en ratios de deuda insostenibles. De hecho, el déficit del Estado aumentaría y la deuda pública total (incluyendo garantías del Estado) pasaría del 87% actual, al 110%. El hecho de que ese capital inyectado o avalado por el Estado no “aparezca contabilizado” como deuda no significa que no lo sea. Cuando sufrimos la crisis de 2001, siempre decíamos “reduce el valor a un 50% y luego redúcelo otra vez”. Seamos conservadores de verdad.

. Las inyecciones de dinero público son préstamos y no afectan al contribuyente a corto plazo únicamente si las valoraciones son realmente de mercado y no se generan inyecciones adicionales. Porque entonces afectan en dos áreas. Primero, serían préstamos “zozobra” -el que se concede pero no se cobra-, y nacionalizaciones a precio injustificado. Si el Estado compra, que se asegure de que es barato, no un favor, que aún no hemos visto un duro de vuelta de las inyecciones de capital previas a las cajas. Yo preferiría una solución sin dinero público, pero si se fuera a usar, los fondos públicos deben ser administrados con valoración hiper realistapor ello a la valoración de terceros deben añadirle un descuento como el que yo, como inversor, le exijo a un vendedor de acciones o activos con dificultades.

. De los 310.000 millones que hemos mencionado con anterioridad, 184.000 ya son considerados dentro de la categoría de problemáticos (morosos). De ellos, 44.000 ya están provisionados; es decir, cerca de un 25% del valor de los créditos. La suma restante de créditos en situación no morosa y que no están todavía provisionados (122.000) no son todos “sanos”. Seamos realistas. Porque nos puede costar un 1%-2% del PIB durante tres años si permitimos “esconder, pretender y extender”. Los favores y oportunidades ya pasaron.

. No se trata de evitar las dificultades de los malos bancos, que esos ya están sentenciados. Se trata de garantizar y potenciar la situación de los bancos buenos -muy buenos, que los hay­-, y que no se contagien de una falta de credibilidad y percepción de mala gestión que no es, ni puede ser, generalizada. No vaya a ser que un problema de capitalización -grave, pero solucionable a precios de mercado- se convierta en un problema de solvencia del sistema.

¿Quién financia esto?

Según las distintas alternativas que se están barajando, los mercados apoyan que sea el BCE o el EFSF quien garantice ese capital. El problema vendría de las exigencias en subidas de impuestos y recortes adicionales que ello conllevaría. Y es el mismo problema de siempre. Deuda con más deuda que se financia con nuestros impuestos igualmente.

Por otro lado, la opción de que el dinero salga de las arcas del Estado y, por tanto, de los impuestos parece también remota debido a la necesidad de incrementar la emisión de bonos con la prima de riesgo desbocada. Y con la credibilidad del sistema en entredicho, olvídense de eurobonos, que Alemania no quiere ser ‘pagafantas’ de nuestro saneamiento inmobiliario.

Por supuesto, la más lógica es atraer la participación de capital extranjero, salidas a bolsa o colocaciones de convertibles, que solo se dará si el mercado percibe que las valoraciones de los activos son realmente descontadas y atractivas. Un 20%-30% de descuento tras una caída de los pisos de solamente un 22% no crearía apetito inversor.



Lo peor de los errores pasados, de bancos, reguladores y Gobierno, es que con nuestra tozudez hemos arriesgado que el descrédito de nuestro sistema financiero -el mejor del mundo y el mejor regulado según nos decían- se extienda de los bancos problemáticos a los buenos, y de los malos gestores a los sólidos. Y los hay, vaya que si los hay. Es muy positivo leer que algún banco descarta acudir a fondos del Estado y que puede hacer todas las provisiones contra margen operativo. Separar lo malo de lo bueno es mucho mejor que infectar activos sanos con activos tóxicos para ver si cuela, porque el riesgo no se disipa, se contagia. Separemos todo, y a precio real. Y la solución la tendremos enfrente de nuestra nariz. Porque la financiación y capital privado se puede alejar cada vez más si volvemos a jugar a las valoraciones de “ver si cuela”. Tras cuatro años de crisis evidente, ésta es la oportunidad de ser realistas."

Fuente: Cotizalia

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