viernes, 31 de agosto de 2012

Mitos y verdades sobre los incendios forestales. (Medio ambiente. 93)

Un artículo sumamente interesante y pleno de actualidad ante el verano de incendios que estamos sufriendo por todo el territorio nacional (España):
El blog Ecoforestalia explica de manera sosegada, didáctica y humilde diversos mitos y verdades sobre los incendios forestales:
"DISCLAIMER: antes de empezar, me gustaría aclarar que no soy ningún experto en incendios forestales, más allá de lo que cualquier Ingeniero Forestal o de Montes pueda saber. Por eso, si alguien que de verdad sepa del tema se pasa por aquí, os animo a usar los comentarios para corregir, aclarar o matizar cualquier aspecto en el que haya metido la pata. O para darme una colleja si he dicho alguna muy gorda, que también es posible.

Con la sucesión de incendios que estamos sufriendo este verano, los medios, una vez más, han dedicado mucho tiempo y espacio al tema. Y aunque esta vez se han podido oir bastantes voces autorizadas (gestoresinvestigadores, bomberos...), en algunos aspectos parece que no aprendemos, y muchos de los lugares comunes que rodean a los incendios forestales siguen repitiéndose en los medios como un mantra, a menudo sin una base sólida detrás y a pesar de todo lo aprendido sobre incendios forestales en las últimas décadas. Por ejemplo, se sigue hablando de los incendios como una catástrofe en todos los sentidos. Nos siguen hablando de "oleadas" de incendios que "asolan" nuestros montes "arrasando", "destruyendo" o "calcinando" miles y miles de hectáreas. "De campos de fútbol", aclaran, para que el espectador medio pueda hacerse una idea de la extensión.

Los incendios de Valencia, el pasado 30 de junio
Pero hay que preguntarse si los incendios son siempre tan catastróficos. Entendedme, no hablo de la pérdida de vidas humanas ni de aquellos que han perdido casas, fincas, granjas... Eso sí es una catástrofe sin paliativos, y sólo cabe solidarizarse con las víctimas. Pero desde el punto de vista ecológico la cosa tiene más matices que el negro del que nos lo pintan siempre. Porque hace tiempo que sabemos que los incendios forestales son un fenómeno consustancial al ecosistema mediterráneo, desde mucho antes incluso que la llegada del hombre. Hasta tal punto es así que el fuego es uno de los principales factores ecológicos que ha configurado la enorme riqueza biológica de los ecosistemas mediterráneos, y muchas de las especies más comunes de nuestros montes están adaptadas al fuego.

Rebrote en Pino canario
Bosque de pino canario en el que se ve su característico rebrote de cepa
En la mayoría de los casos, tras el incendio, el bosque se recupera. Poco a poco, a su ritmo, pero se recupera. Los alcornoques, protegidos del fuego por su gruesa capa de corcho, continúan creciendo. Las encinas y arbustos rebrotan y crecen, a veces incluso con mayor vigor que antes. Las piñas del pino carrasco se abren con el calor del fuego y liberan millones de semillas que germinarán la primavera siguiente. En pocos años, el paisaje vuelve a ser verde. Pero esto apenas se dice. Dos ejemplos: e70% de las 14.000 ha que se quemaron en los dos incendios del Alt Empordà del pasado mes de julio se regenerarán en unos pocos meses, mientras que tan sólo quince días después del incendio de Dos Aguas (Valencia), el bosque presentaba ya este aspecto, con numerosas especies rebrotando y los pinos dispersando las semillas:

Rebrotes de palmito (Chamaerops humilis), coscoja (Quercus coccifera) y torvisco (Daphne gnidium), y dispersión de semillas de pino carrasco (Pinus halepensis), 15 días después del incendio de Dos Aguas. Imagen por cortesía de J.G. Pausas

El régimen de incendios: ni contigo ni sin tí
¿Significa esto que todos los incendios son buenos y debemos dejar que quemen sin control? En absoluto. En primer lugar, por el riesgo que supone para la vida y los bienes materiales de los humanos. Pero también porque la vegetación no reacciona igual frente a todos los incendios y antes, cuando os he dicho que las especies mediterráneas están adaptadas al fuego, os he dicho sólo parte de la verdad. Porque en realidad no están adaptadas a los incendios, sino a determinado régimen de incendios. Y si el régimen (frecuencia, intensidad, tipo) de incendio varía (que es lo que está pasando en algunos lugares como veremos) puede tener consecuencias fatales para los ecosistemas.

Pero tan inocente resulta pensar que debemos dejar quemar todo como creer que podemos evitar totalmente los incendios. Para que se produzca un incendio forestal sólo hace falta una fuente de ignición y combustible con un grado bajo de humedad (en este caso vegetación). Y por suerte o por desgracia, aquí las tenemos cada verano. Así que mientras esto siga siendo así, tendremos incendios.

Actualmente hasta el 95% de los incendios que se producen se apagan rápidamente, pero el 5% restante es responsable del 90% de la superficie quemada. Y si este 5% se "escapa" no es por falta de medios o descoordinación entre los mismos, como oímos a menudo. Es, sencillamente, porque no se pueden apagar todos los incendios. Es imposible.

Cuando las condiciones son extremas (el famoso 30-30-30: más de 30ºC de temperatura, humedad menor del 30%, velocidad del viento de más de 30 km/h) cualquier chispa puede convertirse rápidamente en un incendio. Y si hay combustible suficiente, no en un incendio cualquiera, sino en lo que se conoce como Gran Incendio Forestal (aquel cuya propagación trasciende la capacidad de extinción). Cuando las llamas son de varios metros de altura y el fuego se propaga a varios kilómetros por hora, no hay quien lo pare, y no es cuestión de poner más medios, de traer hidroaviones desde la península o de que aparezca la UME como el séptimo de caballería (por cierto, señores de la tele: hay más cuerpos de extinción además de la UME: están los BRIF, los retenes, bomberos, helitransportadas... estaría bien que alguna vez hablaran de ellos). Como decía, cuando las condiciones son extremas, sólo cabe esperar a que mejoren, como pasó en Dos Aguas con el viento de Poniente o en la Jonquera con la tramuntana.


Pero parece que necesitamos culpar a alguien. A menudo son los pirómanos, pero este año le ha tocado sobre todo a los recortes. Entiendo que a un vecino al que se le está quemando la casa o la finca siempre le parecerá que hay demasiados pocos bomberos, y que los afectados, en su lógica angustia, busquen culpables. "El monte no se cuida, lo tienen muy sucio", "esto lleva dos días quemando y aquí no ha aparecido nadie", "hay descoordinación entre los medios", "¿dónde están los bomberos?", son frases que oímos todos los veranos y que son profundamente injustas con los medios de extinción que se están jugando la vida por salvar la casa del mismo vecino que los critica.

El problema es que también los principales medios se han apuntado a la moda de insinuar o directamente afirmar que la gran superficie quemada este año es consecuencia directa de los recortes en los medios de extinción. Y sí, recortar en extinción no es el camino a seguir, y desde aquí mostramos nuestro firme rechazo a estos recortes, pero una vez más, hay que mirar un poco más alla del corto plazo para ver que el factor que más influye en la superficie quemada de cada año es la sequedad de la vegetación, y si este 2012 está siendo un mal año en incendios es principalmente porque ha sido una de las primaveras y veranos más secos de las últimas décadas.

Relación entre la aridez y el área quemada
(Pausas y Paula, 2012)

En definitiva, que no es posible suprimir completamente los incendios forestales. Pero es que además, también hemos aprendido que puede no ser buena idea desde el punto de vista ecológico. Y como muestra un ejemplo:

Hasta el siglo XIX, en los pinares de montaña del oeste norteamericano, se producían incendios cada pocos años. Eran incendios de superficie, que sólo mataban a las herbáceas, matorrales y los árboles más pequeños, mientras que los árboles más grandes sobrevivían, fundamentalmente porque tenían una corteza muy gruesa (resultado de la adaptación a ese tipo de incendios). A finales de ese siglo, cuando los europeos se establecieron definitivamente en la zona, se inició una política de supresión de incendios que, en este caso, tuvo bastante éxito aparente. No había apenas incendios; el bosque se expandía y crecía; y los pobladores daban saltos de alegría ya que el bosque que veían era más denso y poblado, mucho más acorde con el "ideal" europeo de bosque.

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Fotografías tomadas en el mismo lugar de la Sierra Nevada (California) en los años 20 y a principios de los 90, y que muestran claramente la evolución del bosque como consecuencia de la política de supresión de incendios. Si te gusta más el bosque de la derecha, sigue leyendo...


Pero no se calcularon bien las consecuencias de esta acción. Al no quemarse periódicamente el matorral y los árboles más pequeños, se acumuló una enorme cantidad de sotobosque que impedía la regeneración y que, cuando se daban unas condiciones climáticas determinadas y se acababa produciendo un incendio, porque antes o después se acaba produciendo, hacía que éste fuera de mucha mayor intensidad, arrasando con toda la vegetación. Es lo que se conoce como la "paradoja de la extinción": el éxito en la extinción puede llevar a un cambio en la estructura de la vegetación que haga que los incendios sean de mucha mayor intensidad, más difíciles de controlar y más dañinos.
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Resultado de un incendio de superficie: mueren arbustos y pequeños árboles, pero los más grandes sobreviven
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Si la vegetación del sotobosque no se va reduciendo, cuando se produce un incendio el combustible acumulado provoca un incendio de copas, con las consecuencias que veis en la imagen.

En España la situación no es exactamente la misma, pero sí que hay lecciones que podemos extraer del caso de California. Porque aquí, aunque las causas sean diferentes, también vivimos una excesiva acumulación de combustible en el monte que hace que los incendios sean más virulentos y destructivos, afectando intereses humanos y, en algunos casos, con regímenes no sostenibles para los ecosistemas. Si queremos cambiar esta situación, sólo hay dos aspectos en los que podemos incidir, ya que otros como el clima o la concentración de oxígeno nos vienen dados: las igniciones y el combustible.

Igniciones: las causas de los incendios forestales
También en este tema hay demasiado lugar común y leyenda urbana. Es cierto que más del 80% de los incendios son causados por el hombre, pero sólo un 25% son intencionados, y de ellos la mayor parte son obra de incendiarios, que son aquellos que queman el monte por alguna razón o interés, sin tener ningún tipo de psicopatología. Los pirómanos están detrás de tan sólo el 5% de las igniciones, una incidencia mucho menor de la que se piensa y de la que transmiten las noticias.

Por eso, y teniendo en cuenta que sólo un pequeño porcentaje de los casos se resuelve, sorprende que la principal medida en este aspecto sea el anuncio por parte del Gobierno de que "se endurecerán las penas a los que prendan fuego al bosque". Llevo desde que tengo uso de razón oyendo que se endurecerán las penas, y no parece haber sido una medida demasiado eficaz.
Nº de igniciones por causas en Cataluña, entre 1995 y 2006. (González-Olabarria et al., 2012)

Y además se obvia que la cantidad de incendios de origen humano se relaciona estrechamente con la densidad de población y con la existencia de lo que se llama la "interfase urbano-forestal": manchas de zonas residenciales imbricadas en el medio rural. Sólo en Cataluña hay más de 2.300 urbanizaciones, donde viven 600.000 personas. Barbacoas, vehículos circulando, cigarrillos mal apagados, cocinas, soldaduras, maquinaria... cualquiera de estas actividades puede generar chispas que, si se producen en zonas forestales, pueden ocasionar un grave incendio.

¿Queremos vivir en el monte, rodeados de bosque? Pues lo primero que tenemos que asumir es que esto trae consecuencias. Vivimos en un paisaje inflamable, que antes o después arderá, y debemos estar preparados para ello. Se hace imprescindible una legislación específica para casas, construcciones y urbanizaciones en medio forestal. De lo contrario, si seguimos construyendo casas a pie de bosque estaremos copiando el modelo urbanístico de California, donde cada año más de 1.000 casas arden a causa de los incendios forestales. ¿Es esto lo que queremos?
Cuando el bosque llega hasta el tejado de tu casa (Fuente: Noticias forestales)
Algunas de las medidas que podrían tomarse incluyen una planificación urbanística que permita una rápida evacuación, legislación que obligue a que los pueblos, casas y urbanizaciones cuenten con medidas de autoprotección como la creación de franjas de protección y a que las construcciones sean más ignífugas y que los jardines se diseñen teniendo en cuenta el riesgo inherente. Si en otras zonas del mundo las infraestructuras están adaptadas a terremotos, aquí deberían estarlo a los incendios. Con esto se conseguiría por un lado que haya menos chispas que generen incendios, se reduciría lógicamente el riesgo y las perdidas socioeconómicas, y además aumentaría la efectividad de los medios de extinción, que actualmente deben priorizar - como es lógico - la salvaguarda de persona y casas, disminuyendo los efectivos dedicados a combatir el fuego.

Combustible: eliminar la vegetación para conservarla
Pero las igniciones nunca podrían generar un gran incendio si falta un elemento clave: combustible. Y de esto cada vez tenemos más. Hasta hace unas pocas décadas, los bosques se alternaban con zonas de cultivo y zonas de pastoreo, mientras del propio bosque se extraían multitud de productos: madera, leña, carbón, resina, corcho, miel... Esto hacía que la cantidad de combustible presente en el bosque fuera baja, y por tanto había menos incendios y de menor intensidad. Era un régimen de incendios en el que el principal factor limitante era la disponibilidad de combustible. Con el abandono del medio rural a partir de mediados del siglo XX y, en menor medida, con el éxito de las políticas de extinción, se ha incrementado de manera drástica la cantidad y continuidad de combustible. Las pequeñas manchas en mosaico han dado lugar a grandes extensiones continuas de vegetación inflamable. El combustible, la vegetación, ya no es un factor limitante, y el bosque es, como se suele decir, un polvorín. Si a esta situación le añadimos el aumento en el número de igniciones que hemos comentado antes, tenemos el escenario actual, en el que los incendios son de mayor intensidad y tamaño.


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Me temo que ese camino no detendrá el incendio... (Fuente: briflubia)
Mucho se ha hablado sobre el control de la vegetación, la "limpieza" de los montes. "El fuego se apaga en invierno" es un eslogan que se popularizó hace algunos años para poner el énfasis en que era más efectivo invertir en prevención que en extinción, pero que ha muerto de éxito, ya que ha llevado a creer que se pueden tener los montes de España "limpios" a base de trabajos de desbroce a cargo del erario público.

Pero si hacemos cuatro cuentas veremos que los números no salen. Sólo en Cataluña, donde hay alrededor de 2 millones de hectáreas forestales, y aunque sólo la mitad de ellas necesitaran ser desbrozadas, supondría un coste de varias veces el presupuesto completo del Departament de Agricultura, ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Natural. Dificilmente sostenible, y menos en los tiempos que corren. Y esto cada pocos años, claro, porque el matorral volvería a crecer.

Y tampoco la solución pasa por poner a los parados o a los presos a limpiar el monte, como se ha sugerido de manera un tanto demagógica. Los trabajos forestales, en contra de lo que suele creerse, requieren de una cierta formación y preparación técnica, y para eso están las empresas del sector (por cierto, en su mayoría pequeñas explotaciones familiares y no grandes multinacionales como muchos creen). Poner a personal no cualificado a realizar trabajos forestales haría disparar el coste de la hectárea tratada, además de suponer un peligro, como ya saben en Francia.

¿Y qué podemos hacer?
A pesar de la complejidad del tema del que estamos hablando, en realidad la solución parece bastante clara, y hay un amplio consenso entre técnicos, investigadores e incluso, cada vez más, entre grupos conservacionistas. Antes hemos comentado algunas medidas que podrían tomarse para reducir el número de igniciones.

02 Sierra Nevada-17.JPG
Aprovechamiento de madera en pinares: una fuente de ingresos que reduce el combustible
Pero la mejor solución, la más sostenible y eficaz, pasa por recuperar las actividades agropecuarias y forestales tradicionales. Por potenciar el sector primario. Por aprovechar la madera, entendiendo de una vez por todas que es un recurso renovable; por regular los aprovechamientos de setas y frutos; por impulsar la utilización de la biomasa para generar energía; por recuperar el pastoreo y las explotaciones de corcho y resina... Pasa por tomar medidas que impulsen que los bosques vuelvan a ser rentables, y medidas audaces, valientes, como el uso del fuego como herramienta para reducir el combustible. Y todo ello en el marco de una gestión forestal que siga los principios de la multifuncionalidad y que garantice un correcto ordenamiento del territorio. No es fácil, pero si se consigue esto no sólo se mantendrá el combustible en niveles más sostenibles, sino que también se reducirán las igniciones. Si el monte da dinero a los pueblos, se crearán puestos de trabajo, se fijará población al territorio y no habrá interés en quemarlo. Sólo así podremos convivir con los incendios forestales.

Para saber más:

Pausas, J.G., & Paula, S (2012). Fuel shapes the fire-climate relationship: evidence from Mediterranean ecosystems. Global Ecology and Biogeography DOI: 10.1111/j.1466-8238.2012.00769.x

Pausas, Juli G. (2012). Fire regime changes in the Western Mediterranean Basin: from fuel-limited to drought-driven fire regime Climatic Change, 110, 215-226 DOI: 10.1007/s10584-011-0060-6

González-Olabarria, J. R., Brotons, L., Gritten, D., Tudela,A., & Teres, J.A. (2012). Identifying location and causality of fire ignition hotspots in a Mediterranean region International Journal of Wildland Fire

Pausas, Juli G. (2012). Incendios Forestales. Colección ¿Qué sabemos de? Editorial Catarata-CSIC, Madrid.

Keeley, J.E., Bond, W.J., Bradstock, R.A., Pausas, J.G., Rundel, P.W. (2012). Fire in mediterranean ecosystems: ecology, evolution and management. Cambridge University Press."

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