martes, 4 de diciembre de 2012

¿Qué ocurriría si se suprimen los bancos centrales? Algunas alternativas de mercado. (Política, Economía. 1057)

Un artículo muy interesante de Diego Sanchez de la Cruz:

"Preguntado sobre la perspectiva casi utópica de imaginar una sociedad en la que el dinero no está en manos del Estado, el Profesor Rodríguez Braun respondió lo siguiente:

“Podemos hacer conjeturas sobre qué ocurriría en ámbitos como la telefonía, la educación, la sanidad… También podemos pensar cómo sería una sociedad sin “Estado del Bienestar”, puesto que no hace tanto, en el siglo XIX, no había “Estado del Bienestar” pero sí había una sociedad del bienestar en la que los seres humanos se agrupaban en cooperativas, empresas, mutualidades, sindicatos… y se daban a sí mismos los servicios que hoy da el “Estado del Bienestar”.

No obstante, es difícil saber cómo sería el dinero sin la intervención del Estado, porque desde hace siglos, el Estado ha usurpado la moneda. Esto nos limita a hacer conjeturas. Probablemente habría monedas competitivas, con un valor estable, redimibles en alguna mercancía como por ejemplo el oro…”

Sin duda, la respuesta del Profesor Braun se antoja prudente y acertada. No en vano, cualquier aproximación a la posible privatización del sistema monetario es solamente eso: una estimación de lo que creemos que ocurriría si se rompiesen siglos y siglos de Historia y se diese ese escenario tan improbable en el que el dinero no dependería del Estado sino del mercado.

No obstante, la imposibilidad de calibrar con exactitud el paradigma utópico de la desnacionalización del dinero no nos obliga a dejar de plantearnos otros escenarios intermedios. De hecho, numerosos análisis sobre cuestiones monetarias y financieras analizan cuestiones como el retorno al patrón oro, la eliminación de la reserva fraccionaria o la promoción del dinero electrónico. En esta línea, quisiera tocar hoy la posibilidad de suprimir los bancos centrales y, de esta forma, articular los sistemas monetario y financiero con un menor componente de intervención estatal.

¿Qué actividades desempeña un banco central en el siglo XXI? Principalmente, las tres siguientes:

1. Asegura la liquidez del sistema financiero, coordinando el sistema de pagos interbancarios y actuando como prestamista de última instancia.

2. Ostenta el monopolio de la emisión de moneda, acuñando dinero fiduciario. Este punto engloba la política monetaria, ligada ante todo al manejo de los tipos de interés.

3. Supervisa el cumplimiento de las regulaciones impuestas al sector financiero (requisitos legales, de capital, de reservas, etc.).

Descentralizar buena parte de estas actividades y devolverlas al mercado no sería, ni mucho menos, una reforma radical. Empecemos por el primero de los tres puntos mencionados, relativo a la aseguración de la liquidez del sector financiero:

- En lo tocante al mercado interbancario, la alternativa pasaría por otorgar el control total de este ámbito a las propias entidades financieras. No es esta una solución extraña ni anticuada: hoy en día en Estados Unidos, más del 50% de las transferencias electrónicas nacionales se canaliza mediante entidades privadas conocidas como “clearing houses”. Estos bancos de compensación son un mecanismo de mercado participado por buena parte de las entidades financieras del país. La reforma pasaría por replegar progresivamente el papel del banco central como agente mediador del sistema interbancario, obligando así a las entidades financieras a coordinar entre sí el funcionamiento del mismo.

- En lo tocante al rol del banco central como prestamista de última instancia, la respuesta pasaría por confiar la “ventanilla de urgencia” a los bancos de compensación. Evidentemente, la “clearing house” no actuaría con criterios políticos sino de mercado, por lo que las entidades financieras actuarían con más prudencia, asumiendo menos riesgo en sus operaciones cotidianas.

Analicemos ahora el segundo punto de los tres que hemos planteado anteriormente: la emisión de moneda y el manejo de la política monetaria.

- En lo tocante al rol del banco central como único ente emisor de divisas, la alternativa de mercado sería acercarnos al modelo vigente en diferentes jurisdicciones como Gran Bretaña, Hong Kong o Macau. En estos lugares, acuñar divisa no es un monopolio de la banca central, lo que permite que las entidades financieras comerciales domésticas puedan emitir moneda.

- En lo tocante a la política monetaria, la propuesta más posibilista pasaría por confiar este punto a una solución de corte “friedmanita”, como sería la Regla de Taylor. No obstante, la alternativa más profunda y de largo plazo pasaría por acercarnos a las propuestas de la Escuela Austriaca y vincular el los tipos de interés y el comportamiento de la masa monetaria a un activo como el oro. De esta forma, la evolución del crédito financiero ya no obedecería a las autoridades estatales y, en su lugar, seguiría un desempeño paralelo a un metal que ha servido como referencia monetaria en diferentes periodos históricos. Una de las consecuencias que tendría esta salida sería limitar el crecimiento de la deuda pública y frenar la sobredimensión del sistema financiero.

Por último, analicemos el tercero de los puntos antes mencionados: el cumplimiento de las regulaciones y requisitos impuestos al sector financiero. La solución más sencilla a este punto pasaría por confiar esta responsabilidad a los bancos de compensación, que podrían deshacerse de regulaciones innecesarias (Basilea, Dodd-Frank, etc.) y pactar normas más vinculadas a la realidad del mercado financiero.

Evidentemente, es conveniente tener en cuenta varios aspectos complementarios a las alternativas propuestas en líneas anteriores:

- En primer lugar, el mecanismo del “bail-in” sería empleado como alternativa a los rescates públicos de entidades financieras privadas. Esta alternativa consiste, en esencia, en convertir al acreedor en accionista, tal y como ocurre en las liquidaciones de empresas comunes. Antes de llegar a ese extremo, sería recomendable instaurar mecanismos de subasta que liquiden o bien la totalidad de la entidad en problemas o, en su defecto, parte de sus activos.

- En segundo lugar, sería recomendable tener en cuenta el potencial del llamado “dinero electrónico”. El auge de internet ha permitido que proyectos como PayPal o Bitcoin ofrezcan alternativas al paradigma tradicional. De su desarrollo dependerá que este punto tenga más o menos fuerza con el paso de los años.

- En tercer lugar, es muy importante reconocer que la competencia entre divisas es fundamental para introducir más dinamismo en los sistemas monetario y financiero. En su día, se estudió que el euro fuese una moneda “común” en vez de una moneda “única”. Esta posibilidad ha sido rescatada recientemente en diferentes estudios sobre la crisis de la Eurozona.

Panamá como ejemplo

Un buen ejemplo de que el escenario que planteamos no sería ninguna extravagancia lo encontramos en Panamá, que no cuenta con ningún banco central. El artículo 117 de la Constitución de dicho país prohibió en 1904 que se acuñase una moneda de curso forzoso. A lo largo del siglo pasado, este “candado” legal habilitó la competencia monetaria, llevando a Panamá a un paradigma de cuasi dolarización que, eso sí, no excluye el empleo de otras divisas (como el balboa o el euro).

En las dos últimas décadas, la inflación promedio de Panamá ha sido del 1%, por debajo de la media estadounidense y claramente inferior a la mayoría de países latinoamericanos. Es por esto que el país centroamericano lidera desde hace décadas el ranking de fortaleza monetaria que elabora el Instituto Fraser de Canadá dentro de su Índice Anual de Libertad Económica en el Mundo.

Como explica el economista José Joaquín Fernández, “al no haber autoridad monetaria en Panamá, la cantidad de dólares que circulan en esa economía depende exclusivamente del sector productivo. Es por medio de la libre oferta y demanda de dólares que se regula la estabilidad monetaria de Panamá.

Y es que todo dólar que entra y sale o se intercambia en nuestro país se debe a una razón comercial o productiva”."

Fuente: Libre Mercado

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