miércoles, 12 de diciembre de 2012

(Sólo) consumiendo no se sale de la crisis. (Política, Economía. 1075)


Un interesante artículo de Antonio España acerca del demandado consumo por encima de cualquier cosa y al precio que sea que se realiza desde muchos sectores:

"Imaginen que son ustedes víctimas de un naufragio y, como Robinson Crusoe, recalan en una isla en la que sobreviven gracias al alimento que les procuran unas moras que recolectan a diario manualmente, dedicando a ello todas las horas del día. Al poco tiempo, descubren que si se hicieran con una vara para golpear con fuerza el arbusto, podrían agilizar su trabajo y emplear menos tiempo en su recolección. Para ello, tendrían que dedicar algunos días en buscar la rama adecuada y prepararla, tiempo que dejarían de dedicar a recoger las moras para alimentarse esos días. Es decir, tendrían que dejar de recolectar para producir un bien distinto que no les sirve para satisfacer su necesidad más inmediata, pero que, una vez concluido el proceso, les facilitará muchísimo la tarea.
¿Qué opción tienen? Reducir su consumo diario hasta acumular la cantidad suficiente que les permita alimentarse mientras fabrican su rudimentario apero. Es decir, necesitan ahorrar. Y este ahorro supone un sacrificio que ustedes emprenden porque saben que merece la pena, pues cuando hayan culminado el proceso, con apenas un par de horas al día podrán recolectar todo el alimento necesario, y emplear el resto del tiempo en otros menesteres que valoran más, como explorar la isla en busca de otros alimentos, construir una choza, o simplemente descansar. Pues bien, el mismo proceso ocurre en la compleja economía moderna, en la que el desarrollo económico –es decir, el crecimiento– no se produce sobre la base del consumo, sino sobre el incremento de productividad que permite la inversión en bienes de capital.
Este hecho, es muy importante tenerlo en cuenta para evitar sucumbir a la sugerente idea que intentan vendernos los seguidores de Keynes, que, obsesionados por el crecimiento del PIB, insisten machaconamente en que el problema de la crisis es que no consumimos lo suficiente y que, por ese motivo, no crecemos y no podemos pagar nuestras deudas. Y por eso, piensan, es bueno que intervenga el Estado, para que consuma por nosotros y obligue a los bancos a conceder créditos.
Y es que, a estas alturas, algunos aún defienden que las dos claves para que España  salga de la crisis son la demanda y el crédito bancario. Es decir, su novedosa solución es seguir endeudándonos para seguir gastando lo que no tenemos. Como si no viniéramos haciendo eso desde los inicios de la burbuja y durante la actual recesión. Curiosamente, los mismos que sostienen que nuestros problemas son que no consumimos lo suficiente y que no fluye el crédito son los que a la vez intentan convencernos de que el verdadero problema es el endeudamiento privado. O sea, que por un lado las familias y empresas están muy endeudadas y, por otro, no hay crédito suficiente para que se endeuden más. ¿En qué quedamos?
Nadie duda de que la economía crecería –e inicialmente crearía empleo en aquellos sectores próximos al consumo final– si todos nos pusiéramos a consumir como si no hubiera un mañana, sin ahorrar un solo euro y gastando lo que tenemos y lo que no, viviendo de un crédito salido de la nada –porque si nadie ahorra, ese crédito sale de la nada. Como alguien que corre hacia un precipicio, sin duda tendríamos la sensación de avanzar rápido. Cuestión diferente será cuando, en nuestra carrera hacia el abismo, alcancemos el borde del barranco y nos estampemos contra el suelo.
Volviendo de nuevo al ejemplo de nuestra isla particular, si midiéramos el PIB, comprobaríamos que en su estado inicial, la producción total sería, por ejemplo, de unos dos kilos de moras al día. Es evidente que si aumentamos nuestro consumo de moras, automáticamente debemos incrementar nuestra producción de las mismas. Estaríamos generando crecimiento. Pero comparémoslo con lo que ocurre después del proceso de ahorro e inversión que nos ha llevado a incrementar nuestra productividad. ¿Cuál sería el PIB en ese segundo estadio de desarrollo? Pues bien, nos encontraríamos con que el PIB de la isla habría pasado a ser: dos kilos de moras diarios, más una vara y una choza. ¿Qué hace crecer de verdad la economía de la isla, el consumo o el ahorro y la inversión?
Este ejemplo, que utiliza el profesor Huerta de Soto en su Dinero, crédito bancario y ciclos económicos y que, a su vez, lo toma prestado de la exposición de la teoría del capital del austriaco Böhm Bawerk, ilustra cómo cualquier incremento de productividad requiere un proceso de inversión en bienes de capital que, a su vez, exige que previamente se produzca un ahorroEs por este motivo por el que algunos insistimos tanto en el ahorro y no tanto en el consumo.
Y es que, aunque la idea de que el crecimiento depende del consumo es sugerente e intuitiva, puede llevar a engaño. Porque con frecuencia se olvida o se obvia conscientemente, que en verdad el consumo no puede ser previo a la producción, sino necesariamente posterior. Antes de que nuestro Robinson pueda consumir una mora, debe tomarla previamente del arbusto. Y si quiere consumir más moras, debe recolectar, esto es, producir, más moras. Por tanto, es absurdo fiarle todo el crecimiento de la economía al consumo.
Fíjense que, como observó el economista francés Jean Baptiste Say ya en el XIX, las necesidades de los hombres son ilimitadas casi por definición —si tienen hijos pequeños o adolescentes, lo verán rápido. Por tanto, en términos generales, la producción siempre se quedará corta frente a las necesidades humanas. Si la gente no consume, no porque no tenga necesidades, es porque el producto de su trabajo, combinado con el resto de factores originarios de producción y los bienes de capital, no es suficiente para adquirir los productos que demandan.
Como los amantes del intervencionismo abominan de la libertad —la de los demás, no de la suya propia para gastar el dinero de otros—, no se preguntan por qué baja el consumo. No entienden que detrás de las decisiones de los consumidores hay causas específicas. Entre ellas, la más importante seguramente, es que no se ha concluido el proceso de reajuste de la estructura productiva que permita emplear los recursos allí donde con más falta hacen. Y no se ha concluido el proceso porque el Estado sigue distorsionando todo el sistema con políticas de gasto y endeudamiento público, con ingeniería monetaria y financiera, con impuestos y tasas asfixiantes, y con regulaciones y restricciones al comercio y la actividad económica que cortocircuitan el buen funcionamiento de la economía.
Y como hemos empezado hablando de naufragios, permítanme que les deje con la siguiente cita de Ortega y Gasset: “Instintivamente, lo mismo que el náufrago buscará algo a que agarrarse, y esa mirada trágica, perentoria, absolutamente veraz, porque se trata de salvarse, le hará ordenar el caos de su vida. Éstas son las únicas ideas verdaderas: las ideas de los Náufragos. El que no se siente de verdad perdido se pierde inexorablemente; es decir, no se encuentra jamás, no topa nunca con la propia realidad.” ¿Creen que nuestros políticos se sienten ya suficientemente perdidos como para reconocerlo, enfrentarse a la realidad y adoptar las soluciones necesarias?"

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