miércoles, 8 de mayo de 2013

¡Celebremos nuestro sobreendeudamiento! (Política, Economía. 1.548)

Una crítica de Juan R. Rallo a la celebración que hacen desde muchos ámbitos y sectores de la concesión desde Bruselas de poder tener más déficit dos años más por encima del nivel (ya elevado) exigido previamente, y que llevarán a endeudarse a nuestras Administraciones Públicas en otros 100.000 millones adicionales a lo que ya tenían pensado emitir:


"Vende el liberticida Gobierno del PP y compra la deudómana sociedad española esa averiada mercancía de que constituye una magnífica noticia el que Bruselas nos haya concedido dos años más para cumplir con nuestros objetivos de déficit. Es decir, según reza el canon ideológico, no podemos más que celebrar que la burocracia europea haya dado su plácet a las Administraciones Públicas españolas para que acumulen una deuda adicional de, al menos, cien mil millones de euros adicionales a lo que ya tenían pensado emitir. Alegrémonos, pues, de que la entente Montoro-Rehn se haya decidido a fustigar a cada español con una hipoteca adicional de 2.000 euros más sus correspondientes intereses anuales: al menos, nos dicen, nos ahorraremos nuevas dosis de austeridad durante unos cuantos meses.

Y es que, a juicio de muchos, tan sólo necesitamos aguantar hasta que la cosa escampe. De lo que se trataría, en consecuencia, es de equilibrar a largo plazo nuestro gasto: en lugar de asfixiarnos en época de vacas flacas y de vivir en la sobreabundancia durante la época de vacas gordas, ¿por qué no endeudarnos durante la etapa más sacrificada con cargo al exceso productivo de nuestra etapa más gloriosa? La teoría tiene bastante sentido; de hecho, es una práctica familiar habitual: parte de mi gasto actual puede financiarse con la capitalización de mi producción futura (por ejemplo, a la hora de pedir una hipoteca para comprar una vivienda).
Sólo hay un problema: en general, el conjunto de la economía española ya se ha endeudado más allá de sus posibilidades y lo ha hecho, para más inri, con el desastroso propósito de destruir su capacidad de generación de riqueza (burbuja inmobiliaria). Probablemente, un paralelismo bastante fidedigno sería el del empresario que compromete todo su patrimonio y el de sus padres para lanzarse a un suicida plan de negocios que termina fracasando y dejando por el camino un monto impagable de deudas. ¿Acaso dirían ustedes que esta persona es el candidato ideal para seguir endeudándose con cargo a los inexistentes ingresos futuros de esa fallida compañía?
Obviamente no. Sus salidas son bastante simples: o intenta reducir al máximo sus emisiones de deuda al tiempo que procede a reajustar con rapidez el plan de negocios de esa empresa o, si no hay nada salvable, declarar el concurso de acreedores y, con suerte, volver a empezar en el futuro con otra idea empresarial mejor desarrollada. Lo que en ningún caso debería hacer es endeudarse más con el único propósito de mantener abierto un par de años más el ruinoso entramado empresarial. Pues bien, esto último es justo lo que está haciendo el gobierno español: endeudarse y negarse a afrontar la realidad a la espera de que esa realidad cambie benevolentemente de tornas.
España tiene dos salidas ante sí: o intentar pagar sus deudas pasadas con un profundo reajuste de sus sectores público y privado o repudiar esas deudas trasladándoles el agujero a sus acreedores. Personalmente, creo que con las pertinentes reformas y ajustes –más mercado libre y menos Estado hipertrofiado–, este país podría pagar sus deudas y salir fortalecido en el medio y largo plazo; pero ninguno de los dos gobiernos socialistas que ha padecido España tiene la más mínima intención de coger al toro por los cuernos. En tal caso, sólo nos abocan o a un estancamiento secular (si nuestros acreedores tienen a bien sostenernos y refinanciarnos) o a un impago de dimensiones expansivas (si nuestros acreedores se terminan cansando de nosotros). En todo caso, un fracaso económico y social consecuencia de nuestra narcótica adicción al endeudamiento –a vivir de prestado por encima de nuestra capacidad productiva– y de la irresponsabilidad máxima de nuestros acreedores por seguir extendiéndonos de fiado una droga que saben que nos está destrozando y que no tenemos ni deseo ni capacidad de pagarles. No hay ningún motivo para celebrar nada."
Fuente: VLC News

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