viernes, 3 de mayo de 2013

La explotación, capitalismo y Estado. (Política, Economía. 1.522)


Al respecto de la "explotación" de multinacionales en países en desarrollo:

"Se suele observar con asco, horrendo dolor y hasta cierto punto condescendencia el trabajo de los hombres, las mujeres y los niños en el tercer mundo. Suele verse un mal intrínseco en esto y habitualmente, casi como si fuera por instinto, se busca el culpable de la desgracia que empaña nuestra prístina visión del mundo. Esta cabeza de turco es la empresa multinacional. Son estas empresas, las que se deslocalizan de los países donde el trabajo es más caro y viaja a instalarse en los países de mano de obra barata. Algunos dirían de usar y de tirar. La gente mira con estupor el salario mísero que reciben tras diez o más horas de trabajo, encima, bajo condiciones poco deseables y que, creemos, ya debían haber sido extintas bajo los mullidos algodones de la civilización. Pero, lo que no solemos describir es cuáles eran las condiciones previas en las cuáles vivían los trabajadores ahora de la fábrica; o ¿dónde estaría ahora el niño que trabaja haciendo balones de Addidas si no estuviera la fábrica allí?
 
Si queremos justamente enjuiciar a una empresa multinacional por la falta de escrúpulos debemos, al menos, obtener datos determinantes sobre si las condiciones que provee en aquel país son inferiores a las que con anterioridad convivían. Sin embargo, ya con las premisas sobre la mesa nos consta que es complicado comprobar esta hipótesis. Es sencillo. Si una empresa ofrece trabajo a más bajo coste que el resto de las alternativas posibles lo normal es que la gente elija el resto de las alternativas y no venda su tiempo y esfuerzo a esta empresa. Sí, ¡es la economía, estúpido! Ahora bien, y se han dado los casos en los que la presión internacional y de los activistas han conseguido cerrar las fábricas o han conseguido que despidan trabajadores. Esta gente se ha frotado las manos y ha dejado limpia su conciencia pero, desde luego, es posible que haya hecho un flaco favor a los pobres trabajadores, los cuales, ahora, son desempleados con la urgencia de obtener lo preciso para sobrevivir. Muchas mujeres (contando las niñas) en este escenario no les queda más salida que la prostitución, por ejemplo. En el caso de los hombres, quizás, algunos se dediquen al tráfico de armas o de drogas. No vemos la relación inversamente proporcional del asentamiento de las empresas multinacionales en esos países y el número de personas dedicadas a estas actividades delictivas o mal vistas.
 
El siguiente argumento es que, siendo tan potentados los empresarios, podrían, ya que están, mejorar sensiblemente sus condiciones de trabajo sin menoscabo de los beneficios. En realidad, aquí, como en todo, se puede mejorar. No lo negaré. Sin embargo, sucede que la disminución de los beneficios supone al largo plazo una disminución de la inversión en capital y, por tanto, nuevos aumentos de la producción que darían más puestos (y mejores) de trabajo. Así, un mundo imperfecto, donde no se hace lo perfectamente moral y decoroso pero tampoco lo peor posible y mísero a consciencia. La cuestión es a partir de este punto es si podemos colaborar en mejorar sus condiciones. Yo creo que sí, pero no es gratis. La responsabilidad reside en nosotros en lo que adquirimos y compramos. Nosotros podemos comprar aquellos productos de las empresas que con más cuidado paguen a sus trabajadores y en nuestra mano está en castigar con la abstinencia de consumo las empresas juzgadas por el uso de la esclavitud, por poner por caso. Es más, yo instaría a reforzar a las asociaciones de consumidores donde se puede lograr un mayor poder, como en los Estados Unidos donde destacan por su exigencia.
 
Con un poco de perspicacia histórica podemos comprobar que, en realidad, lo que requieren es una transición tal como la Revolución Industrial en Europa con que se pongan en píe. Es ejemplar el caso de Corea del Sur después de la guerra y su increíble levantamiento de la nada. Hay más buenos casos dignos de espetar un yes, we can. Ahora bien, un nuevo correctivo a los que no se hayan dado cuenta que no existe capitalismo, o apenas, en esos países tan pobres. Si observamos los índices de libertad económica los países pobres logran los más modestos resultados. No puede ser, pues, que la propiedad privada, el comercio y el mercado sean perniciosos para la riqueza como arguyen increíblemente algunos.
 
El epílogo queda dedicado a los estados. Las élites extractivas, los políticos corruptos, los enchufados y los privilegiados son los enemigos de la libertad económica, del buen funcionamiento del mercado y de la creación de la riqueza. Estos son abundantes en los países, ¡curiosidad! pobres. Y es más, hasta a lo largo de la historia podemos establecer correlaciones férreas en estos términos sin temor a equivocarnos como han destacado los trabajos de Acemoglu y Robinson. Los grandes gobiernos y el papel exagerado del Estado en la economía y en la vida social se traduce siempre en peores condiciones de vida a los ciudadanos más si estos ya viven en una situación comprometida. Es soportable un poco más en los países con más riqueza porque nos podemos permitir sin sufrir tanto perder algo más. En el tercer mundo radicalmente no.
 
Como colofón figuro los datos prometedores de cómo se expande la riqueza en el mundo. Y es un orgullo constatar que la pobreza extrema o absoluta se está reduciendo a velocidad en todo el globo a pesar de los incrementos de la población y de la crisis de occidente. Los datos están ahí disponibles en cualquier organización internacional como la ONU. Son nítidos. Tenemos que apoyar seguir en la dirección correcta."
 
Fuente: Liberal Spain

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