jueves, 27 de junio de 2013

Pero Wert, hombre, no te bajes tan pronto los pantalones…(Educación, Salud. 163)

McCoy sobre el desastre de la educación en España y la polémica de la nota en las becas. 

Seguimos empeñados en ser un país con una educación desastrosa y en clara decadencia, que nos lleva a la mediocridad, nos aleja de la excelencia y de los valores del esfuerzo, responsabilidad y sacrificio, y donde no hay obligación por nada, solo derechos sin contrapartidas en un modelo insostenible que nos aboca por el precipicio. 

Es más que evidente el desastre de nuestro modelo (ya nadie lo niega), pero cuando se intenta el mínimo cambio para revertir esta situación, TODOS se cierran y niegan a dichos cambios. Así nos va (y así de bien les va a otros que viven de ello).


Este es su artículo:

"Que la educación en España es un desastre es una evidencia. No se trata de una opinión subjetiva, sino de una realidad objetiva acreditada, entre otros, por informes internacionales sobre la capacitación de nuestro alumnado o la elevada tasa de fracaso escolar. Lo es desde que se convirtió en instrumento de presente y no de futuro, arma arrojadiza de una política interesada en pastorear borregos; se dio preeminencia al discípulo sobre el maestro, rompiendo un proceso histórico de aprendizaje basado en el valor de la experiencia y el respeto; se sustituyó la exigencia por la condescendencia, igualando al alumnado por abajo y situando una asimetría negativa entre el brillante, desatendido, y el menos lúcido, cuidado; y se consolidó el estudio memorístico frente al empírico y/o relacional, por no hablar del adoctrinamiento en sus distintas caracterizaciones frente a la formación del criterio propio. Piensa… luego existe. No interesa.
Mala pinta tenía el muerto. Hasta que llegó Wert.
Este señor será lo que quieran, pero había plantado en el jardín de su negociado flores muy sensatas que se han visto desafortunadamente ahogadas por la maleza de su incontinencia verbal. Y a las hojas de esos nabos verborreicos se han aferrado los demagogos de siempre, aquellos que pretenden que la orquesta siga sonando pese al hundimiento del Titanic educativo, para evitar el debate de fondo sobre sus planteamientos. Interesa más acusar de partidismo que aterrizar en el pragmatismo y/o eficiencia de sus propuestas; poner el dedo en la llaga de una supuesta discriminación y no entrar de lleno en la insostenibilidad del modelo actual. Y, eso sí, hablar de dinero, de mucho dinero, de todo el dinero del mundo. Como si esa fuera la solución a los males que afectan a nuestros colegios y universidades.

El tema de las becas es -era, mejor dicho, si se confirma la bajada de pantalones del PP en la persona del ministro- buen ejemplo de ello. Miren ustedes, resulta que la España de la Transición la hizo una generación que, en muchos casos, trabajó de noche para pagarse sus estudios de día sabiendo, además, que el fruto laboral de ese esfuerzo iría en parte destinado a sustentar a su familia de origen, que aceptaba el sacrificio y confiaba en su responsabilidad. De eso hace apenas cuatro décadas, pero se nos ha olvidado demasiado pronto. Ahora, el derecho a la educación se considera como un bien absoluto y se olvida que su contrapartida, como la de cualquier otro, es siempre una obligación. Descartada la segunda, el valor fundamental del primero -más cuando es de imposición, esto es, se paga con los impuestos de todos- no sólo se devalúa, sino que pasa a convertirse en un abuso.

Contra el abuso educativo de derecho va, iba cabría señalar a estas alturas, la propuesta de notas para acceder a las becas planteada por el sociólogo reconvertido en mandamás. No puede ser que se premie a quien no merece el premio, que se financie a quien no valora la financiación, que se proteja a quien no muestra interés en ser protegido. Es verdad que se trata de un criterio excesivamente objetivo que no tiene en cuenta condicionantes individuales derivados de la capacidad de cada cual, renta aparte. Pero no es menos cierto que ligar una recompensa económica a un resultado mediocre va contra cualquier razonamiento lógico. Aquí vuelve el Gurb de Eduardo Mendoza y tiene para escribir un serial. 

De hecho, se podría establecer que sirviera únicamente el criterio renta familiar y calificación rala -cinco pelao- para su concesión original pero, a partir de ahí, la ayuda para quien se la trabaja y, en caso de duda, comité de evaluación y decisión sobre la continuidad en función del desempeño (asistencia, trabajos, cursos). No se trata de un castigo a la parte de la sociedad menos favorecida económicamente o a los menos talentosos, sino un estímulo a aquel al que la ciudadanía en su conjunto, usted y yo con sus tributos, le está ofreciendo un futuro mejor. ¿Qué menos?
Tenemos a la educación en España como para andarnos templando gaitas y poniendo paños calientes a cuestiones como esta, que no son sino la punta del iceberg reformista que hay que acometer. Wert, al menos, había sido capaz de asumir el coste político de desmontar intereses partidistas en la certeza de que la gloria del mundo es efímera, sic transit gloria mundi, y en puestos de su responsabilidad más aún. Sabedor que está de paso, cosa rara en su gremio, su obligación era intentar el triple salto mortal. Poco ha tardado el partido que le eligió en echársele al cuello. Y donde dije digo, digo Diego que para qué la consistencia si nos queda la conveniencia, el pútrido aroma de la urna.

Vale, quedémonos como estamos. Seamos así de miserables viendo la que nos está cayendo encima. Primemos este confort suicida. Eso sí, luego no enarquen las cejas cuando alguien desde estas mismas líneas les recuerde que si este país no tiene futuro es porque decidimos entre todos, puro buenismo zapateril, que así fuera. Solazarnos en el hediondo olor de nuestra excrecencia académica. Ya saben, quien no aspira a la excelencia, se entierra en su mediocridad. Conmigo no cuenten."

Fuente: Cotizalia

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