viernes, 30 de agosto de 2013

Sanidad del Estado. Ineficiencia, coste y abuso moral. (Salud, Educación.189)

Jorge Valín amplia su artículo previo ahondando en porqué la sanidad estatal no funciona, es mucho más cara para el bolsillo de los ciudadanos y supone un abuso moral, que implica corrupción.

Un artículo con verdades como puños, y por supuesto, políticamente incorrecto, pero que siempre es bueno hacer llegar a los ojos de la gente.


Artículo de su blog personal:

"Esta semana he escrito un artículo en La Gaceta sobre la sanidad estatal llamado: La Sanidad Pública no funciona que empieza así:
“El Ministerio de Sanidad publicó esta semana su último informe. Los datos confirman lo que muchos hemos estado diciendo durante años: la sanidad va camino de un colapso total. No es por culpa de la crisis, los mercados ni la idiotez supina de los políticos, sino porque los sistemas colectivistas no funcionan. Veamos algunos datos”. Más>>
La nota ha suscitado múltiples opiniones y dudas en los comentarios y redes sociales, lo que es muy positivo. Voy a responder aquí mismo. Antes de nada, es importante leerse el artículo anterior ya que muestro mucha más información adicional y que será necesaria más entender para lo que viene a continuación.

Sector público contra Estatal

En mi artículo publicado en La Gaceta hemos podido ver el desastre que es la sanidad estatal, y mucho peor, todo apunta a que va a ir a peor: se hacen recortes absurdos, la ineficiencia es altísima donde acumulamos déficits sanitarios impagables y las listas de espera aumentan vertiginosamente.
Antes de empezar con el desarrollo en sí, tenemos que separar primero lo que es un servicio público y estatal. No son lo mismo. Todo individuo en su trabajo que trate con clientes de la empresa hace un servicio público, ya sea privado o estatal. La diferencia entre uno y el otro se basa, evidentemente, de dónde provenga el dinero de los salarios. Si proviene del pagador de impuestos, será estatal, el resto es simplemente público. Un taxista, un camarero o la dependienta de un supermercado son trabajos privados y no por eso sus servicios no dejan de ser públicos. Pasar de un sistema sanitario estatal a otro privado y civil no implica, ni de lejos, que deje de ser público. Eso lo será toda la vida. Lo único que cambian son los incentivos del oferente, trato al usuario y precio.

Clientes y pacientes

Lo anterior nos sirve para aclarar la diferencia entre “paciente” y “cliente”. Se ha convertido en un mantra que “los pacientes no pueden ser clientes”. Pues bueno, en realidad ya es así. Un cliente no es más aquella persona física o jurídica que toma un bien o accede a un servicio a través de un pago. La sanidad pública la pagamos todos, no en concepto de pago–por–uso, pero sí en impuestos. Que independientemente de clientes seamos “pacientes” no es más que otra característica que define el tipo de cliente que somos en el sector.

En realidad la sanidad estatal ya es un negocio. Los enfermeros, celadores, proveedores, acreedores, médicos, administrativos… cobran en un hospital. Si no fuera un negocio lo harían gratis como voluntarios, pero no es así.

De hecho, el negocio de la sanidad estatal es muy rentable para los políticos ya que les permite comprar votos. También lo es para los trabajadores sanitarios donde tienen sueldos por encima de su valor de mercado. Es normal, son un grupo de presión importante y los márgenes de monopolio permiten trasladar esos márgenes a los sueldos, especialmente a los altos directivos que no dejan de ser cargos a dedos puestos por los políticos.

La principal oposición de los empleados sanitarios a que el sistema sanitario sea privado en lugar de público, no tiene nada que ver con su altruismo hacia los “pacientes”, sino que son motivaciones puramente egoístas y partidistas. Es parte de la mentalidad anticapitalista donde ven que des–socializado el sector, tendrían que competir en servicio, precio y calidad entre ellos y otros centros tal y como ocurre en todas las empresas privadas normales.

Todos los empleados sanitarios, sin excepción, creen cobrar poco. De hecho, todos los españoles, en cualquier sector creemos que cobramos poco. Hay muchos informes sobre los sueldos sanitarios comparados, y casi todos nos dicen lo mismo: los trabajadores sanitarios en España tienen uno de los sueldos más bajos de Europa. Desafortunadamente son informes que no contemplan el poder adquisitivo de todos los países ni nivel de producción. Al final el trabajo de una persona lo da sus capacidades, desempeño, capitalización del trabajador y la competencia que tenga. Así es como se asignan los salarios en el libre mercado. Si por cualquier razón elevamos ese sueldo artificialmente, lo único que generaremos es un desequilibrio donde el ganador será, y de hecho es, el empleado estatal sanitario, y el claro perdedor el ciudadano. Estaremos manteniendo privilegios de una minoría a costa de una mayoría.

Estos privilegios de monopolio, como la no-competencia, seguridad laboral relativa a otras industrias…, hacen que los tratos en los hospitales sean horrorosos. Nos encontramos, en demasiadas ocasiones, con un personal bruto, mal educado y sin empatía. No tiene orientación al cliente, solo a ellos mismos y sus derechos, pero difícilmente a sus obligaciones.

La disyuntiva usada ahora entre “paciente” y “cliente” nace de un cutre y falso intento sentimentalista para poner a la opinión pública a favor de los privilegios actuales de los trabajadores sanitarios.

La Sanidad Pública y Cifuentes

Muchos me han dicho, si tan “buena” es la sanidad privada, ¿por qué Cifuentes está en un hospital público? Es una forma de decir: “los actos hablan por sí mismos. Una gran personalidad no sería enviada a un hospital estatal si el privado fuera mejor”. Es indudable, la sanidad estatal tiene muchos más recursos que la privada, pero eso no es más que un factor circunstancial o contingente. No hemos de hacer análisis superficiales, sino ir al núcleo.

Como menciono en el artículo el 70% de la sanidad está secuestrado por el Estado (datos del Banco Mundial). Eso lo convierte en un sector de monopolio, pero no cualquiera, sino de iure, esto es, se ha impuesto mediante la fuerza, la ley. Cuando un sector resulta un monopolio de iure quiere decir, generalmente, que su pago–por–uso es cero o muy por debajo del precio de mercado o incluso de coste. En otras palabras, hace dumping. El libre mercado compite con muchos factores, como la calidad, la cercanía a núcleos poblados, el acceso, servicio… pero muy especialmente el precio. En el libre mercado el precio crea la diversidad que fomenta la competencia a través del servicio a diversas clases sociales. Cuando el precio es eliminado de esta fórmula (en el sentido de pago–por–uso), entonces se produce el efecto crowding out o efecto expulsión, esto es, los clientes del sector privado son expulsados en beneficio del sector estatal o público.

Algo así ocurre exactamente en la educación. El libre mercado en este caso está gravemente dañado y básicamente solo puede competir en buen servicio. Esto elimina las economías de escala en su sentido más amplio y vuelve el sector privado tremendamente rígido. Cuando algo así ocurre, los clientes potenciales solo son rentas altas. Sanidad y educación son casos de libro.

Privatización vs desnacionalización

¿Pero qué ocurriría si elimináramos al Estado del mundo de la sanidad? Esto es, que el 100% de la sanidad fuera de oferta civil y privada. Para ello no tendríamos que “privatizar”. Ya hemos lo que esto significa, y no es más que el Gobierno reparta el pastel entre sus amigos. Tampoco sirven apaños como la privatización de la gestión como hace ahora el Gobierno. Es como poner una tirita a una persona que acaba de perder su brazo. De hecho, el primer político que privatizó la gestión de la sanidad fue Jordi Pujol y no ha servido de nada. Tenemos otros ejemplos, como el que tomó hace unos años y los resultados brillan por su ausencia.

Uno de los factores que aumentan los costes de la sanidad artificialmente, descartando patentes que esto es un punto de amplio desarrollo también, son los costes que impone el Gobierno en impuestos, licencias, tasas y requerimientos de todo tipo. Cuando hablamos de desnacionalización esto significa abolir el ministerio de sanidad y todo lo que esto implica, esto es, dejar en manos de la sociedad civil la producción de la sanidad.

Hemos de tener en cuenta que solo en sueldos, el Gobierno se queda el 50% de los asalariados, lo que encarece toda la escala del producto o servicio unitario final. Si eliminamos todos los impuestos a la sanidad y regulaciones que solo benefician al propio Gobierno para comprar votos y lobbiestas del sector, el mercado rápidamente podrá competir en lo que es más importante: el precio.

A partir de aquí nace la diversidad de servicios y precios según el valor subjetivo de cada actor económico. Es más, se fomenta el empleo, la competitividad y aquello que era un coste para la sociedad, se vuelve un beneficio. No solo cubre las necesidades de todos, sino que lejos de crear pérdidas y tener que socializarlas, como ocurre con la sanidad estatal, crea beneficios netos para todos. Se crean economías de escala, fusiones, aumento de las oportunidades de negocio vertical y horizontal. ¿Por qué no ampliar los seguros médicos, o incluso del crédito? Es perfectamente razonable crear créditos sanitarios a bajo interés para cubrir las necesidades de una persona y su familia.

Bloomberg y su ranking sanitario

En mi artículo ha habido varios comentarios en relación al ranking de calidad sanitario que hace Bloomberg. Según la empresa, España sería el quinto país del mundo con gasto sanitario más eficiente. No solo eso, sino que el periodista “R.V.” de Vozpopuli también ha redactado una notica sobre el tema (La Sanidad española, la quinta más eficiente del mundo según Bloomberg).
Primero trato un poco el artículo del tal “R.V.”. Hacía tiempo que no leía un artículo tan horroroso sobre un tema económico (y créanme, leo mucho). Miren esto por ejemplo:
“Pero es que además, en contra de lo que señalan nuestros políticos, que repiten una y otra vez que la Sanidad en España es muy cara, el coste de nuestra sanidad teniendo en cuenta el porcentaje de la renta per cápita es del 10,4%, uno de los más bajos del mundo.
El señor R.V., no sabe que en el sistema anglosajón la coma es un punto y al revés en los números. No son 3,027 dólares, son 3.027 dólares, esto es: 2.269,20 euros y no dos euros como señala en el paréntesis.

El presupuesto de la Sanidad española es de unos 60.000 millones de euros contando las transferencias a las CC.AA. En parte, es lo que contabiliza Bloomberg. Sin embargo esta cifra es falsa ya que el Gobierno enmascara 15.000 millones más adicionales con su déficit oculto. De hecho Farmaindustria se quejaba que el Gobierno le debía más de 9.000 millones de euros. ¿No pagar a los proveedores es eficiencia? Si acabamos sacando todo del presupuesto, sí, al final resultará que el sistema estatal sanitario sale del aire. Pero eso solo es enmascarar la realidad.

Es más, Bloomberg no contabiliza solo el coste del Estado por habitante, sino todo el gasto medio de los españoles en sanidad, tanto público como privado. Aunque no lo dice, sus fuentes son las del Banco Mundial. El señor R.V. de Vozpopuli tampoco se ha enterado de esto y ha creído que era el gasto del Gobierno. Y eso no es un dato baladí ya que España es de los países europeos que más gasta en sanidad privada. Si restamos el gasto personal de los españoles en sanidad privada y le sumamos el déficit oculto del Estado, la eficiencia sanitaria estatal del país se hunde.

A la vez, la tabla de Bloomberg solo contabiliza tres factores, de los cuales, el 60% se los lleva la esperanza de vida. Es exagerado. La eficiencia del sistema puede implicar mayor esperanza de vida, pero ni mucho menos es de casi dos terceras partes del resultado total. Influyen más cosas como la dieta del país, accidentes que pueda haber, enfermedades, mortalidad infantil… Todo esto son datos que sí da el Banco Mundial.

En definitiva, Bloomberg no usa datos correctos, no se refiere a la eficiencia estatal del sistema sanitario y la metodología deja mucho que desear. No hablemos del tal R.V. que maneja datos sin saber de qué van.

Servicio sanitario submarginal

El ser humano suele ser muy reacio al cambio y a veces acepta un statu quo horroroso a una evidente mejora por miedo. La sanidad no es una excepción. Aceptamos tiempos de espera esperpénticos, como que tarden hasta seis meses en que nos operen de algo, o años si contamos con la visita previa al especialista. En estos procesos hay que gente que muere o una enfermedad que podría haber sido evitada se convierte en crónica gracias a la sanidad pública. Aquí en España no hay ningún estudio, pero los investigadores ingleses Anthony Browne y Matthew Young (NHS Reform: Towards Consensus. A report from the Partnership for Better Health project. 2002) descubrieron que las largas colas causan que uno de cada cuatro pacientes muera mientras esperan para ser operados. A uno de cada cinco se le convierte el cáncer de pulmón en incurable desde que realiza la primera visita hasta que se lo diagnostican. Son datos preocupantes.

Ignorando estos factores, mucho apoyan una sanidad estatal con la simple excusa de lo que llamé en mi libro (El Gobierno es el Problema), la Falacia del Proveedor Único:
“La falacia del Proveedor Único consiste en creer que un determinado sector solo puede ser ofrecido por una o pocas empresas colocadas a dedo por el Gobierno. A la vez, esta falacia nace de otra, la del falso dilema. En ambas argumentaciones se asume que todo está limitado por dos opciones posibles cuando en realidad hay múltiples”.
Si caemos en este error intelectual nos preguntaremos, ¿qué ocurre con los sectores submarginales, esto es, con los pobres? Esto nos lleva a Rusia. No hace mucho escribí una nota llamada: ¿Hay vidas en peligro debido a los recortes en sanidad? En el país eslavo realizaron una encuesta:
“… Los rusos ahorran por tres razones: 1) para mantener a sus hijos fuera del ejército. 2) Por si algún familiar es arrestado (cosa que da un poco de miedo), y 3) para pagar al médico en caso de caer enfermo. ¿Cómo es posible esto si casi todo el sistema sanitario ruso es estatal? Porque los rusos se han dado cuenta que ellos, los ciudadanos individuales, saben gestionar mejor su dinero sanitario que no el Estado y sus estúpidos políticos”.
Cada actor económico ahorra según sus preferencias. Actualmente tenemos la sanidad garantizada, o eso cree la gente aunque no es así. Hasta el más pobre en un sistema de libre mercado total ahorra para algo, lo que, si eliminamos el pago de impuestos y trabas la economía crea beneficios para todos.

Desafortunadamente la mentalidad actual de irresponsabilidad individual impulsada por el Estado a través de los privilegios sociales, compra de votos y crédito canalizados por los bancos centrales ha hecho que nadie ahorre nada haciendo a los pobres legión. Las rentas aumentarían rápidamente en un sistema de no–intervención gubernamental a la vez que los precios bajarían debido a la competencia.

Aún así, algunos siguen con la falacia del proveedor único sacrificando a una mayoría por lo que no son más que conflictos morales y personales basados en la agresión, esto es, en la redistribución. En todos los países y épocas ha ocurrido lo mismo. Bajos niveles de impuestos llevan asociados un aumento de la solidaridad. Y no me refiero a la solidaridad a punta de pistola del Gobierno que nos roba con impuestos y mentiras para usar nuestros recursos en lo que le da la gana, sino en la solidaridad voluntaria.

No necesitamos un dictador de la producción, que no deja de ser un charlatán que tiene la única intención de comprar votos, para que los ciudadanos más pobres tengan cobertura médica. Históricamente siempre ha sido la Iglesia quien se ha ocupado de los desamparados, pero hoy día, afortunadamente, esto se ha ampliado. Tenemos ONGs y legiones de voluntarios que hacen cosas desinteresadamente. En los EE.UU. muchos médicos cuando acaban su trabajo en su hospital de pago se van a otros gratuitos y privados para ayudar. No solo médicos, sino también otros profesionales sanitarios o voluntarios. A la ve, muchas organizaciones privadas y particulares ayudan, no solo con servicios, sino con dinero líquido y otros servicios (alimentación, transporte…) a aquellos centros para pobres. La solidaridad no es un monopolio del Gobierno, es anterior a éste. Y es que en realidad el Gobierno no es solidario, es un extorsionador que se ha legalizado a él mismo.

Hoy día, rentas muy bajas se pueden permitir viajar a países remotos gracias a la globalización y aumento de la competencia del transporte de personas. Si lo gestionara el Gobierno los viajes aún tendrían un precio que solo los más ricos se podrían permitir tal y como hace unas décadas por la sencilla razón que no existiría competencia ni economías de escalas.

El ejemplo de EE.UU. Eso no es libre mercado

En referencia a la sanidad, siempre suele salir el caso de Estados Unidos: “ahí la sanidad es privada y la gente se muere”. Pues no va así la cosa. En realidad, el país americano tiene el sistema de seguridad social más caro del mundo, se come el 10% de sus PIB. No solo eso, sino que es el más ineficiente y corrupto del globo. Estados Unidos es una muestra más de la estupidez estatal a la hora de gestionar algo. Sin embargo, perdemos otros modelos de vista. Albert Esplugas escribió un interesante artículo al respecto (¿Está justificada la sanidad pública?):
“En Suiza el gobierno solo financia un 25% de los costes sanitarios (en Estados Unidos el gobierno paga casi el 50%). El gasto total en sanidad es similar al de los países con sistemas públicos. Los individuos están obligados a comprar seguro médico privado, que por ley incluye una cobertura básica. Las compañías compiten en precio y servicios, y muchos suizos se decantan por pólizas baratas con deducibles altos. El Estado subsidia a los más pobres (nadie paga más de un 10% de su renta por el seguro), y más de un tercio de la población contrata pólizas suplementarias. No hay listas de espera y los pacientes pueden elegir libremente el proveedor sanitario”.

“En Singapur el gasto total en sanidad es la mitad que el de España, y sus indicadores de salud son excelentes. Dos tercios de la financiación son privados. Los singapurenses disponen de cuentas de ahorro sanitarias individuales, financiadas con aportaciones obligatorias, a las que recurren para gastar cuando enferman. El Estado subsidia servicios básicos y paga la sanidad a las familias con menos recursos. Hay libertad de elección de proveedor y no existe lista de espera”.
Diego de la Cruz también hace algunos apuntes interesantes al respecto sobre la sanidad privada sobre Suecia y Holanda (La sanidad en Holanda y Suecia):
Holanda es el país que encabeza el ránking europeo de excelencia global sanitaria del prestigioso Health Consumer Powerhouse (2012); España se encuentra en un triste 24º puesto, de 34. En Holanda, tanto la financiación (cajas aseguradoras) como la prestación de servicios es de gestión privada. Lo que el Estado hace es regular y controlar, dejando que el resto lo hagan profesionales (incluyendo, por cierto, empresas con ánimo de lucro). En Suecia, país líder en cuanto a resultados médicos y que en 2010 gastaba en sanidad el mismo porcentaje del PIB que España (9,6%), no solo se acepta sino que se fomenta una amplia gestión privada tanto en la atención primaria como en la especializada, sin excluir entidades con ánimo de lucro, que son las más comunes y las que más dinamismo han dado al sector sanitario sueco (Capio, que es una empresa de origen sueco, es el mejor ejemplo de ello). El Estado garantiza el acceso universal e igualitario a la sanidad, que por otro lado financia, regula y controla”.
Y también:
“En ninguno de estos dos países líderes existen funcionarios públicos (y menos de esos vitalicios que tenemos en España) involucrados en la prestación de servicios sanitarios.

En Suecia, los empleados del sector sanitario público son trabajadores como todos los demás, regidos por las mismas leyes; lo mismo ocurre en muchos otros países con una sanidad de cobertura universal y alta calidad, como los demás de Escandinavia, Alemania, Suiza y el Reino Unido”.
De hecho la sanidad privada española tampoco será tan mala cuando el 80% de sus usuarios le da una calificación de “notable” y:
“La mitad de los asegurados se muestran optimistas sobre el futuro de la sanidad privada y consideran que seguirá mejorando en innovación tecnológica, atención sanitaria y modernidad en las instalaciones”.

“Desde IDIS aseguran que los buenos resultados del barómetro de este año avalan la importancia que tiene la sanidad privada en el sector y consideran necesario aportar todos aquellos conocimientos y experiencias que le permitan construir, junto a la sanidad pública, un sistema de salud sostenible, solvente, eficaz y excelente para la ciudadanía”.
El sistema sanitario estatal está basado en el crimen y latrocinio

Defender el sistema sanitario del Estado es una locura ya que es el mayor ataque a los valores humanos de solidaridad, derechos de propiedad y entendimiento en una sociedad civilizada. Es la ley de la jungla. Imagínese que su vecino le pone una pistola en el pecho y le dice “la bolsa o la vida”.

Luego afirma, “no es por codicia este atraco, sino para un buen fin como operar a un amigo juanetes”. El sistema sanitario del Estado funciona así. Se basa en el robo de los impuestos, el fraude de la deuda y un casposo sentimentalismo que solo aprovechan los charlatanes para comprar votos.

No es propio de una sociedad civilizada y basada en los principios humanos de respeto y solidaridad.

Más aún, es usado por los free riders para beneficio propio a expensas de los demás. El sistema universal y gratuito que tenemos en España crea pérdidas que encarecen el servicio. Según el propio ministerio de sanidad, unos 700.000 extranjeros usan indebidamente nuestra sanidad. Como ya he mencionado en mi artículo de La Gaceta, cada familia paga actualmente de media más de 4.200 euros al año por una sanidad que no usa y no la acumula. La sanidad estatal está basada en un esquema de Ponzi, que no es más que una estafa. Si contamos el gasto actual por ciudadano y le aplicamos una inflación media del 3% (que es lo que se considera prudente ene esos casos de largo plazo), una persona destinará al sistema público sanitario 420.000 euros. Y eso sin contar el creciente déficit que genera el Gobierno con su ineficaz gestión.

La sanidad estatal no solo se basa en el crimen, sino que es el arma de los políticos para saciar sus intereses personales y corporativos con el propio dinero del ciudadano, le sirve para comprar nuestra voluntad y genera un sinfín de pérdidas y corruptelas y amiguismos. La sanidad estatal es la excusa para vaciar nuestros bolsillos y tratarnos a todos como ganado."

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