martes, 24 de septiembre de 2013

Cómo destruye el estado la cooperación social. (Política, Economía. 1.992)

Un interesante artículo que muestra de qué manera el Estado destruye la cooperación social y por supuesto, la libertad.


Artículo del Instituto Mises Hispano:

"Muchas de nuestras actuales dificultades económicas, aunque atribuidas por los políticos a la libertad y a los mercados, son en realidad los efectos a largo plazo de políticas públicas que destacan los beneficios visibles a corto plazo y esconden los costes ocultos o diferidos. En particular, nuestros males económicos reflejan la confianza del gobierno en la coacción, cuyos dañinos efectos se expanden con el tiempo, frente a la cooperación voluntaria, cuyos beneficiosos efectos se expanden con el tiempo.

La cooperación voluntaria del mercado se expande porque cuanto más tiempo tengan los vendedores para responder a los aumentos en la demanda, más llevarán sus incentivos a mejores maneras de atender a los compradores con mejores productos. Igualmente, cuanto más tiempo tengan los compradores para responder a los aumentos en la oferta, más usos rentables se descubrirán. Es decir, cuando das a los individuos mejores incentivos para cooperar voluntariamente en el mercado, con el tiempo descubren e implantan formas más eficaces de hacerlo, expandiendo la cooperación y los beneficios mutuos resultantes.

Vemos esto continuamente en la informática personal y la tecnología en las que comodidad, poder de cálculo y portabilidad de los dispositivos aumentan constantemente, a ritmos muy superiores a los previstos anteriormente. Por el contrario, cuando el estado emplea la coacción anima a compradores y vendedores a actuar contra lo que sería su propio interés en una economía libre. Con el tiempo, los que de otra manera dedicarían el tiempo a pensar acerca de sus contrapartes responden por el contrario a medidas coactivas expandiendo las formas en que pueden eludir las cargas impuestas. En esa situación se contrae la cooperación social.

Los impuestos (incluyendo los déficits, que son impuestos diferidos), subvenciones y órdenes ejemplifican el socavamiento progresivo de la cooperación social por la coacción. Por ejemplo, cuando el gobierno aumenta los impuestos a la renta de los que se benefician del comercio, los que proporcionan los beneficios ganan menos con el tiempo. En respuesta, los que sufren los nuevos impuestos tienen incentivos para beneficiar menos a otros al sustituir sus esfuerzos por evitar dichos impuestos.

Además, cuando el gobierno ordena prestaciones “gratuitas” sufragadas por el empresario, estos reducen otras partes de la compensación que muchos trabajadores pueden en realidad valorar más que las prestaciones ordenadas, para “pagarlas”. O los empresarios pueden sencillamente contratar a menos trabajadores. Ya vemos esto en los aumentos ordenados por el Obamacare en los costes laborales de los empresarios. Los empresarios tienen que recortar empleos y horas (las órdenes no se aplican a trabajadores con jornadas inferiores a las 30 horas semanales) o exprimen otras partes de las compensaciones laborales, incluyendo la formación interna, que es un mecanismo esencial mediante el cual los trabajadores encuentran su vía al éxito.

Precios máximos como el control de rentas y precios mínimos como el salario mínimo también ejemplifican la creciente erosión de la cooperación social por la coacción. En respuesta a esas órdenes, la gente cada vez más encuentra manera de hacer menos lo que viola su propio interés, lo que conlleva cooperar peor con otros. Como apuntaba Friedrich Hayek: “Cualquier intento de controlar precios o cantidad de productos concretos priva a la competencia de su poder de producir una coordinación eficaz de los esfuerzos individuales”.

Cuando el gobierno mantiene las rentas de las viviendas artificialmente bajas, reducen los incentivos de los arrendatarios para continuar proporcionando alojamientos. Con el tiempo, se construyen menos unidades (lo que se ve bajo cualquier régimen de control de rentas) los propietarios encuentran otra vías para abandonar el mercado del alquiler de viviendas. Esto se produce mediante múltiples mecanismos, incluyendo las conversiones de condominios, que eliminan unidades de las existencias disponibles para alquilar para eludir las restricciones impuestas a la renta, pero no a los pagos de hipotecas. Los propietarios podrían también responder reduciendo el mantenimiento de las unidades cuyos controles de rentas las hacen no rentables. El resultado es menos cooperación social y deterioro a largo plazo de las viviendas existentes.

Cuando el gobierno mantiene el precio de los trabajadores no cualificados artificialmente alto, como pasa con el salario mínimo, el gobierno reduce los incentivos de los empresarios para utilizar en la producción a dichos trabajadores no cualificados. Con el tiempo, los empresarios encuentran más formas de ahorrar en esa entrada artificialmente escasa, reduciendo el empleo mediante el cambio en los procesos de producción y productos, sustituyendo mano de obra por capital, reduciendo la producción, trasladando los trabajos a otro sitio y en general cooperando menos con los trabajadores no cualificados. Por ejemplo, las respuestas del sector de los restaurantes a los aumentos en el salario mínimo incluyen pasar a ser bufets, que requieren menos trabajadores, aumentar alternativas de menú de puchero (esencialmente sustituyendo a los trabajadores por pucheros) y autoservicio de refrescos. Igualmente, cuanto más alto sea el precio de trabajador respecto de una computadora, a más empleados sustituirá esta.

Además, la perspectiva constante de cambios eternos y arbitrarios en impuestos y regulaciones y otras formas de coacción aumenta los riesgos implícitos en probar formas nuevas e innovadoras de cooperar con otros en la búsqueda de beneficios. Y como la coacción expande los esfuerzos de evasión con el tiempo, cada se dedican más recursos a la aplicación, tomando recursos de usos productivos y volando los principios de equidad (ya que la aplicación es en sí misma selectiva y desigual) que pueden mantenerse cuando los acuerdos son voluntarios.

Como hay muy pocas áreas en las que sea necesaria la coacción para alcanzar la cooperación social, hay muy pocas áreas en las que el gobierno la mejore. Por el contrario, la expansión masiva del gobierno más allá de esos límites ha socavado la cooperación y violado la justicia. Aun así, se ofrece constantemente más coacción como solución. Por eso el reconocimiento de Ludwig von Mises de que “Quienes piden cada vez más interferencia pública están pidiendo en definitiva más compulsión y menos libertad” es hoy importante y ominoso. Cada expansión del alcance del gobierno encoge la libertad y restringe la cooperación social que se expandiría en caso contrario, con efectos que empeoran progresivamente con el tiempo.

Publicado el 3 de septiembre de 2013. El artículo original se encuentra aquí."

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