martes, 15 de octubre de 2013

El drama de la educación. (Educación, Salud. 212)

Juan Manuel López-Zafra analiza los recientes resultados sobre educación de los adultos, evidenciando una vez más el desastre del sistema educativo español, situándonos a la cola en cada tramo de edad, un sistema educativo donde ha primado la cantidad a la calidad, con funestos resultados.
Artículo de El Confidencial:
"Ha causado mucho impacto la presentación el pasado día 8 de octubre del Programa Internacional de Evaluación de las Competencias para la Población Adulta 2013, PIACC por sus siglas en inglés, también reseñado como PISA adultos; la principal diferencia entre los dos informes es que el PIACC se ocupa de evaluar competencias de comprensión lectora y matemáticas en la población de 16 a 65 años, frente a los alumnos de 15 años que evalúa PISA, última edad de escolarización obligatoria para los niños.
En primer lugar, resulta sintomático que España no evaluase una de las de dos competencias optativas presentadas, la que se preocupa de la resolución de problemas en entornos informatizados (“medida de las habilidades cognitivas necesarias en la era de la información”); me resulta imposible saber la causa, aunque puedo intuirla.
Como quiera que los resultados globales son sobradamente ya conocidos por todos, esos que señalan que nos encontramos al mismo nivel que Italia en los dos ítems principales, en la cola de los 24 países participantes, voy a centrarme en otras características que no han sido tan publicitadas, quizá porque requerían la lectura de un informe denso que en su versión española excede las 200 páginas.
Es importante tener presente que las competencias evaluadas, y la forma de hacerlo, son homogéneas a lo largo de los distintos países participantes. El informe define seis niveles de competencias en virtud del rendimiento alcanzado por los participantes; un nivel inicial que no llaman cero, sino “menor que 1”, muy básico, y un nivel 5, muy exigente en los aspectos evaluados.
Si tres de cada cuatro encuestados en la muestra optó por realizar la encuesta por ordenador, este porcentaje caía a dos de cada tres en el caso español, mostrando un rechazo a la herramienta que sólo fue superado por cinco países.
Para entender lo que ha ocurrido, ordenemos a 100 nacionales de cada país en función de sus calificaciones, del peor al mejor (el nº 100). Esos 100 individuos representan a todos los que han respondido, y por tanto a su país.
Entremos en la evaluación de la comprensión lectora. De los cinco peores de cada país, los cinco españoles son los que, con diferencia, obtienen la puntuación más baja. Los 25 mejores japoneses, los 25 que mejor entienden el texto, obtienen una nota de corte que sólo alcanzan los 5 mejores españoles. Si cogemos a la nota media de los cinco mejores de cada país y la de los cinco peores, a los españoles es a quienes corresponde la mayor diferencia de puntuación de los 24 países analizados; es decir, que además de ser peores que los demás, que lo somos, existen una enorme diferencia entre el grupo de 'mejores' y el de 'peores'.
27 españoles de los 100 tienen un nivel 1 o menor en comprensión lectora, frente a 5 japoneses de los 100. 23 japoneses o finlandeses de los 100 alcanzan al menos el nivel 4, frente a sólo 5 españoles (de los que, por cierto, ninguno alcanza el máximo nivel, 5).
Al separar por edades, el drama aumenta. Cierto es que España es el país, con Corea, donde las diferencias en el nivel de comprensión entre los más mayores de la muestra (grupo de 55 a 65 años) y los menores (de 16 a 24 años) más ha aumentado a favor de los menores; esto significa que ha mejorado mucho esta capacidad en relación a la que había. Pero, si bien partimos de la última posición para el grupo de mayores (son los más mayores, con los italianos, los que peor entienden un texto), el progreso que hemos conseguido en las cohortes posteriores es muy escaso: los más jóvenes consiguen casi cuarenta puntos más de media que los mayores pero son, de nuevo con los italianos, quienes obtienen la peor puntuación media de toda la OCDE. Hemos progresado desde muy abajo hasta una posición de mediocridad; los norteamericanos que menos capacidad tienen, los de más edad, la tienen superior a los españoles que mayor la tienen, los de menor edad. Salvo con respecto a Italia, en los cinco grupos de edad estudiados los españoles presentamos menor capacidad de comprensión de un texto que nadie.
A la hora de evaluar las competencias matemáticas, la situación es aún peor, si es que eso es posible. Nuevamente, los 5 peores españoles, de los 100 que nos representan de forma teórica, obtienen la peor nota media de todos los nacionales de los 24 países. La nota media de los 5 mejores es similar a la media de los 25 mejores japoneses. Nuevamente la diferencia de calificación entre los cinco mejores españoles y los cinco peores vuelve a ser de las más altas.
De esos 100 españoles teóricos que hemos puesto en fila, desde el que obtuvo la peor nota en matemáticas al que obtuvo la mejor, 31 se situaron con un nivel final de 1 ó menos (siendo el más elevado, lo recuerdo, el nivel 5). El noveno peor de los japoneses ya tenía más nota. Allí donde se encontraban los 4 mejores españoles, nuestro orgullo nacional, 20 japoneses y 19 finlandeses hacían cola con al menos la misma calificación. Nuevamente con la excepción italiana, que en general se encuentra al mismo nivel, tenemos siempre más españoles en los niveles más bajos de capacidad matemática y menos en los niveles más elevados.
Y al efectuar el análisis por los mismos cinco grupos de edad que en el caso anterior, el resultado vuelve a ser el mismo. Sólo Corea ha incrementado más las diferencias que España entre quienes más capacidad muestran (los más jóvenes) y quienes menos(los de más edad); pero si actualmente los jóvenes coreanos se encuentran entre los cinco países de mayor competencia matemática de los evaluados, los nuestros sólo tienen por detrás a dos países. Su progreso, el de Corea, ha sido constante; el nuestro se agotó en la generación que ahora tiene ya alrededor de 40 años. En todos los tramos de edad evaluados la competencia matemática de los españoles es inferior a la de cualquiera otro, salvo la de los norteamericanos de entre 16 y 24 años.
Dos observaciones finales. Es realmente terrorífico comprobar cómo, a pesar de los esfuerzos realizados por todos los países en la universalización de la educación, sólo en Corea la cohorte más joven es la que mayores capacidades muestra, tanto en lectura como en matemáticas, y no de forma significativa; en todos los demás países da la sensación que la educación ha sido regresiva, en el sentido de lograrse peores resultados hoy que hace veinte años. El caso español es, en ese sentido, ejemplar: los niveles de comprensión lectora y de matemáticas de quienes tienen hoy entre 16 y 24 años son los mismos que quienes tienen entre 35 y 44 años, la primera generación que disfrutó plenamente de la denominada tan rimbombantemente “educación universal gratuita”.
La segunda observación, con la que acabo, debe hacernos reflexionar sobre el modelo de financiación y los logros del sistema. Parecería que, al menos en España, hemos optado por uno que ha puesto la cantidad por encima de la calidad; queremos muchos licenciados, por ejemplo, no importa cuál sea la calidad del producto final. Y lo que nos dice el informe PIACC es que debemos reconsiderar el modelo. Lo que este informe mide es, al cabo, la preparación de una sociedad en su conjunto para afrontar los retos tecnológicos y laborales de una nueva era, la de la información. Mientras no lo entendamos, el famoso cambio de modelo productivo por el que tanto abogan nuestros políticos desde hace décadas se reducirá a cambiar la barra del bar por la del geriátrico.

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