viernes, 8 de noviembre de 2013

¿Competencia salvaje o cooperación salvaje? (Economía, Política. 2.171)

Daniel Fernández muestra en este interesante artículo cómo el sistema capitalista supone una cooperación salvaje, más que una competencia salvaje, como a menudo se le acusa (sin entrar en la importancia vital que tiene la competencia para la mejora de servicios, productos, progreso, así como en la asignación eficiente de recursos).
Artículo de Qué aprendemos hoy
"Uno de los mayores ataques que se suele hacer al sistema económico capitalista es que se basa en relaciones de competencia. La excesiva competencia lleva incluso a deshumanizar las relaciones que establecemos con nuestros congéneres, el ansia por ganar, por conseguir el puesto de trabajo o por conseguir clientes reina en todas las facetas donde el mercado aparece. La competencia salvaje que se ha impuesto hace necesaria una revisión de este modelo, los seres humanos deberíamos volver a establecer unas relaciones basadas en la cooperación, más inclusivas y comprensivas, y es que al fin y al cabo la unión hace la fuerza.
Todo el planteamiento está viciado desde el principio, en las economías de mercado, por paradójico que parezca, las relaciones que preponderan no son las de sustituibilidad (con la consecuente competencia a que da lugar), sino las de complementariedad (con la consecuente cooperación resultante). Los potenciales competidores son muy restringidos, mientras que los potenciales cooperantes son todos los seres humanos.
En un entorno donde prima la división del trabajo, los seres humanos nos convertimos en productores especializados y en consumidores generalistas, esto es, producimos algo muy concreto y consumimos todo tipo de bienes. Pues bien, como productores especializados tan solo competimos con la pequeña capa de la población que se ha especializado exactamente en desarrollar el mismo tipo de actividad que nosotros. Como consumidores generalistas cooperamos con todos aquellos productores que se han especializado en producir algo que nos agrada y por tanto cambiamos el fruto de nuestra actividad productiva (bien sea mediante trueque o dinero) por el fruto de la actividad productiva ajena, es decir el panadero coopera con el carnicero cuando intercambian sus bienes, el primero no tiene que producir la carne que va a comer y el segundo no tiene que producir el pan que consumirá.
Pero incluso, y gracias a la enorme profundización en la división del trabajo de las economías modernas, cooperamos en gran medida también con todos aquellos que se dedican a la misma actividad productiva que nosotros pero cuya especialización se encuentra en una fase del proceso productivo diferente, por ejemplo el productor de harina coopera con el panadero. Y podemos ir más allá, muchas veces nos encontramos cooperando con aquellos que tienen exactamente la misma especialización que nosotros si la empresa a realizar sobrepasa nuestra capacidad individual, por ejemplo en la construcción de un edificio es normal que un grupo de varios electricistas se encargue de la instalación eléctrica, o en la construcción de infraestructuras cooperan varias compañías que en principio se catalogan como competidoras.
Por lo tanto la relación que prima en las economías de mercado no son las relaciones de competencia sino que es mucho más extendida la cooperación, incluso en aquellos casos en los que es involuntaria y ni siquiera seamos capaces de percibirla. Desde hace siglos la enorme división global del trabajo hace que no conozcamos a la mayoría de personas con las que estamos cooperando y sin embargo no dejamos de hacerlo. Por todo ello podemos afirmar que el capitalismo promueve la cooperación salvaje."

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