miércoles, 19 de marzo de 2014

La ingeniería genética no es un problema. El fanatismo anti-transgénico sí

Luís I. Gómez sobre la ingeniería genética y el fanatismo anti-transgénico, cuya manipulación demagógica de la terminología y su espectacular aparato de desinformación surge mucho efecto sobre la opinión pública y los políticos.


Artículo de Desde el Exilio:

"Cualquier científico o filósofo dedicado en los últimos decenios al estudio de las funciones de los genes o el significado de estas para el desarrollo de la vida en nuestro planeta es consciente de la vital importancia del objeto de su trabajo. Importancia traducida en reverencia, dado que se trata de la base de nuestra existencia y de la existencia de todo lo que nos rodea y consideramos “vivo”.

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Los demagogos del movimiento anti-transgénico han conseguido en apenas unos años revertir la reverencia y aminorar  la importancia de la genética mediante la adjetivación negativa de la palabra GEN. Ahora no hablamos de GENES, hablamos de TRANSGENES: plantas transgénicas, semillas transgénicas, leche transgénica, carne transgénica, … larguísima lista de “nombres” para aquellos productos que ellos, difamadores de la realidad, consideran peligrosos para nuestra salud y la del planeta.
Hoy en día la gran mayoría de la población apoya tales afirmaciones, situándonos ante el mayor éxito (bueno, lo del Calentamiento Global Acojonante también es un exitazo) de una campaña demagógica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un grupo de interés ha logrado una victoria por goleada, consiguiendo que sus puntos de vista y la manera de nombrarlos formen parte del lenguaje cotidiano y entren en el vocabulario de los medios de comunicación de forma habitual. Si hablamos de  huevos procedentes de  gallinas alimentadas con soja transgénica, hablamos de “huevos transgénicos” . No existe ningún método científico que permita distinguir los huevos así producidos de los que provienen de gallinas sometidas a cualquier otro tipo de alimentación. No hay resultados contratables, según los cuales los huevos “malvados” tengan ingredientes no deseados o que supongan riesgos para la salud de quien los consume. Sin embargo, el mensaje de los huevos “contaminados genéticamente”, o simplemente “Huevos-Transgénicos” ha calado entre los “normales”. La insinuación de la contaminación genética es una idiotez y la gente razonablemente educada cae en la cuenta de que sólo puede tratarse de una alarma sin fundamento. Pero es embargo eficaz y alcanza a grupos muy amplios de la población.
De términos como “contaminación genética” no es complicado pasar a “genética peligrosa” y viceversa, un aumento de grado considerable que sirve para que los promotores del “movimiento voluntario por la liberación del medio ambiente” y sus correligionarios no duden en dar apoyo abierto o clandestino a determinadas acciones vandálico-terroristas, como la destrucción de campos cultivados con plantas transgénicas.  En este caso, el contenido demagógico de la palabra “liberación” es transparente, mientras que lo de  ”voluntario” tampoco se explica en ninguna parte. TODOS estamos obligados a perseguir el BIEN de los nuestros y nuestro planeta.
Un ejemplo. En Alemania está prohibida la importación de la llamada “miel transgénica canadiense”. El contenido de polen en esa miel canadiense es de aproximadamente 0,1 a 0,5 por ciento y una miel de este tipo con polen procedente de cultivos transgénicos es bien tolerada en todo el continente americano. Incluso los funcionarios de Alemania que, obviando cualquier lógica científica, ordenaron la destrucción de los envases localizados en el país y la prohibición de su importación, afirman que estos productos no suponen peligro alguno para la salud. Pero el término engañoso “contaminación genética” fué suficiente para generar la alarma y justificar la medida adoptada.
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Más sutil y de gran éxito es el uso demagógico del concepto  “manipulado genéticamente”. La palabra “manipulación” originalmente era el término usado para describir ante todo un trabajo realizado con las manos (del latín manus= mano) y, en este contexto, de valor ético absolutamente neutral. Si el término “manipulación” se usase de forma natural, tendría que ser aplicado a todos los cultivos, ya que cualquier trabajo encaminado a mejorar las condiciones de crecimento de un cultivo es una manipulación. En nuestros días deberíamos decir “maquinación”, tal vez. Sin embargo, el término “manipulación” se utiliza normalmente con valor negativo, en conexión con números falsos en los resultados y estadísticas o el sabotaje de equipos técnicos. Si hablamos de opinión manipulada nos referimos a una opinión falsamente influenciada. El término “manipulación genética” fue acuñado con intención difamatoria y es tan sutil que casi nadie se da cuenta. Ha pasado a ser de uso general, incluso en la prensa. Yo he experimentado varias veces en algunos debates con colegas que incluso aquellos a favor del uso de la biotecnología agrícola hablan de “plantas genéticamente manipuladas”. La estrategia de desorientación promovida desde las ONG’s anti-transgénicos ha calado incluso –al menos en lo que al lenguaje se refiere- entre los partidarios de la –atención, ¡les traio el concepto!-  INGENIERÍA GENÉTICA.
La demagogia es particularmente exitosa allí donde las personas usan el lenguaje para discernir entre el bien y el mal. Las personas que trabajan contra la ingeniería genética, se refieren a sí mismos como “ambientalistas”, pero si ganan su dinero con ello, se consideran “expertos en ingeniería genética”. Si destruyen campos de forma criminal atentando contra la propiedad de otros, son “ambientalistas”.
Este uso del lenguaje no es cuestionado y  casi todos los medios de comunicación ya lo han adoptado. Y no importa qué avances o nuevos descubrimientos se evitan con ello. Los activistas que quieren evitar el sembrado de la patata  cisgénica de BASF “Fortuna”, son “ambientalistas” por definición, aunque sembrar patatas “Fortuna” evitaría la aplicación de polvo de cobre –que es un contamiente real-  en los terrenos a cultivar, tal y como se viene haciendo hasta ahora. Sí, incluso cuando los vándalos arrojan gasóleo de calefacción sobre un campo cultivado en pruebas con el fin de sabotear un ensayo de campo, arruinando una zona agrícola permanentemente y envenenando las aguas subterráneas, los protagonistas serán descritos en la prensa como “ambientalistas” o “miembros de grupos ecologistas”.
Los políticos de la mayoría de los partidos callan, o toman partido por los delincuentes, ya que nadie puede darse el lujo de perjudicar su propia reputación posicionándose en contra de los “ecoligistas/ambientalistas”, especialmente si se trata de “expertos” ¿Quiénes son los expertos? De acuerdo a la opinión popular, la mayoría de las personas que trabajan desde hace muchos años en un campo determinado y han adquirido una gran cantidad de conocimientos en él. Poseen una amplia visión global sobre su disciplina y han aportado notables resultados científicos en su especialidad personal. En el campo de la ingeniería genética podríamos citar aquí ganadores del Premio Nobel como Paul Arber, Ingo Potrykus, Inge Broer y Hans Jörg Jacobsen. Pero estos son, en el idioma de los opositores de ingeniería genética, apenas “cabilderos de los transgénicos”, en nigún caso “expertos”. Me he cansado de buscar “expertos” similares en “Ecologistas en Acción” o en “Greenpeace”.
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Lo verdaderamente vergonzoso es que la prensa y los políticos les hagan el juego a estos demagogos.
Si desde el bando de los opositores de la ingeniería genética, un propagandista que encima se coloca laureles de profesor, aparecen imágenes deratas con tumores de gran tamaño y falsamente se alega que estos fueron causados ​​por la alimentación con “maíz manipulado genéticamente”, la prensa enseguida se hace eco y la gente entra en pánico. Los científicos que pretenden mostrar que la “noticia” se basa en un diseño experimental científicamente inaceptable, plagado de errores y que no hay evidencia que asocie el maíz transgénico y los tumores apenas reciben la atención de los medios. De hecho, no la recibieron. Les reprocharon que debían, primero, explicar cómo es un diseño experimental adecuado. Es inútil. Los científicos serios están obligados a probar sus alegaciones. Un trabajo de investigación científica para refutar una afirmación falsa propagada en un par de horas por la prensa puede durar varios años. Y cuando se proporciona la evidencia, tal vez ya no sea interesante para los medios.
Cuando en el año 2008, un grupo de investigación de Viena publicó la noticia de que el maíz transgénico limitaría la fertilidad de los animales de laboratorio, Greenpeace inició de inmediato una campaña de miedo y pánico: “Imagine que las parejas tienen que enterrar su deseo de tener hijos porque el consumo de alimentos genéticamente les hace estériles”, palabras de Marianne Künzle, autoproclamada “experta en ingeniería genética”.  En este caso, la insostenibilidad del estudio fue descubierta inmediatamente por otros científicos, porque los datos estaban disponibles y fue suficiente un nuevo cálculo de los mismos. Los autores retiraron el estudio inmediatamente, pero quien pensó que Greenpeace revisaría su declaración alarmista esperó en vano.
El aparato de desinformación surte efectos. Casi ningún político en Alemania o el resto de Europa se atreve a mostrarse a favor del desarrollo de técnicas de mejora de alimentos mediante ingeniería genética.  Mientras tanto, en los países donde los agricultores tienen libertad de elección, la tasa de crecimiento de la producción agrícola es de alrededor del 8 por ciento al año.
La población mundial continúa su natural crecimiento, marcando el ritmo de la necesidad de más y mejor superficie cultivable.
Los políticos y los medios de comunicación volverán a abrazar la biotecnología agrícola cuando la superficie cultivada en el mundo alcance el 20 por ciento, el doble de la actual. Tal vez sea entonces, del mismo modo que ahora prohíben el uso de bombillas ineficientes, que quieran prohibir todas las formas de agricultura ineficaz, para salvar la selva tropical, que también nos beneficia, de la deforestación. Aquí, en la rica Europa, nadie piensa en las regiones de África y el Lejano Oriente plagadas por el hambre, absolutamente necesitadas de plantas resistentes a la sequía,  fuertemente resistentes a las plagas de insectos y mejoradas en contenido de proteína y vitaminas, … todavía."

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