lunes, 5 de mayo de 2014

A los políticos se la pelan nuestras pensiones

McCoy sobre otra muestra más del desinterés real de los políticos por las pensiones futuras de los ciudadanos (ellos están bien cubiertos por ley), donde solo prima el interés electoral, sacrificando el futuro del estado para salvaguardar el suyo. 

Artículo de El Confidencial:
"Vayan por delante mis disculpas por el exabrupto, pero es que, cuanto más conoce uno de la casta política española, más ganas le entran de tomar el pescante y largarse a algún lugar donde su siniestra influencia no le alcance. Pena que, seguro, quedaría a mal recaudo de la incompetencia de los propios del lugar, tanto monta, monta tanto, que en todas partes cuecen habas.
¿A qué viene esto? Sigan leyendo.
Puente de mayo. Encuentro con un viejo amigo. Ambos con muchos hijos a la espalda. Comentario baladí sobre la nueva Ley de Familias Numerosas que prepara el Gobierno, ya iba siendo hora. Esperanza en mi lado del ring, escepticismo en el otro. Justificado, como verán a continuación.
– A los parlamentarios les da igual, no te creas nada. Mira, si no.
Y empieza el surrealista relato de una Jornada organizada por Unespa –la patronal del seguro– en el Congreso de los Diputados el pasado 11 de octubre, en cuya organización interna tuvo a bien participar. La materia objeto de debate, para lo que se contaba con algún primer espada de la industria privada, el futuro de las pensiones.
Tres millones menos de cotizantes y más de 800.000 pensionistas nuevos desde 2008 nos contemplan. Las matemáticas, como el algodón, no engañan. Y el empleo crece lánguidamente.
– ¿Sabes qué? Lo preparamos con todo el cuidado, sabiendo que era tema crucial viendo la realidad demográfica y la precariedad de las cuentas públicas. Pedimos al compareciente que se esmerara pues nos habían prometido una asistencia masiva de miembros de las dos Cámaras, le rogamos que se reservara la comida porque seguro los portavoces querrían departir con él. Animamos al sector a coordinar el mensaje pues la ocasión la pintaban calva. Todos se volcaron salvo… los de siempre.
Decepción mayúscula en su rostro.
– No caímos en que era viernes–, dice suspirando, como si eso lo justificara todo. –A una semana de que tuviera lugar el acto, nos dimos cuenta de que, de lo prometido, nada de nada: ni audiencia, ni comida, ni discusión posible. Como así fue. Tuvimos que llenar nosotros la sala con invitados de fuera y no vi a uno solo de los representantes parlamentarios tomar nota sobre las propuestas que allí se hicieron–, ametralla del tirón.
– De hecho –prosigue– lo más vergonzoso fueron sus intervenciones, una suerte de de dónde vienes, manzanas traigo. Cada uno a lo suyo. Los del PP defendiendo la viabilidad del sistema, sabido por todos inviable. Los del PSOE aferrados a la congelación y los recortes. El de IU en plan ya están estos con su injustificado alarmismo para hacer negocio y así sucesivamente. El ponente y todos los que del sector privado estábamos allí no sabíamos dónde meternos. Fue bochornoso…
Discusión zanjada. 
Joer, se le cae a uno el alma a los pies.
Pero esto no es más que un síntoma de algo mucho más grave, de un mal endémico que afecta a nuestra clase dirigente desde el momento en que dejó de estar formada por profesionales que arriesgaban prestigio y fortuna por servir al país y pasaron a ocupar su lugar políticos profesionales que utilizan cargo y prebendas para medrar en beneficio propio: la ausencia de un mínimo sentido de trascendencia en la acción pública.
Ya no hay estadistas sino escapistas, gente que procrastina indefinidamente problemas cruciales para el futuro del conjunto de la sociedad u ofrece soluciones parciales en defensa de intereses particulares y no generales,  simplemente por el miedo a perder su posición de privilegio en la siguiente elección. Miserables aferrados a un cargo que no dudan en sacrificar el futuro del estado para salvaguardar el suyo. Chorizos físicos o intelectuales que no son cuáles, son los peores.
Así nos va.
Les pido de nuevo disculpas por el encabezamiento de este post. Pero es que el ¡joer, qué tropa! Se queda muy corto ante lo que a uno le cuentan, o vive en sus carnes, de aquellos que nos gobiernan."

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