viernes, 30 de mayo de 2014

El seísmo francés

Juan Manuel López-Zafra analiza la difícil situación a la que se enfrenta Francia, especialmente con el éxito de un partido radical y ultranacionalista como el Frente Nacional de Marine Le Pen, cuya puesta en práctica de las medidas que pregonan acelerarían en intensidad y velocidad el desastre económico en Francia.

Un programa, por cierto muy parecido en muchos aspectos y tan antiliberal como el de Podemos en España, y cuyo éxito es responsabilidad de la creciente deriva populista y demagógica de los grandes partidos (como en España).

Artículo de El Confidencial:

Nuestro pueblo no quiere ser dirigido desde fuera, someterse a leyes que no ha votado, ni obedecer a comisarios que no se han sometido a la legitimidad del sufragio universal”
Marine Le Pen, 25 de mayo de 2014

Que Francia se ha convertido desde hace tiempo en el principal problema de Europa en el terreno económico es algo de lo que venimos advirtiendo desde hace tiempo en las páginas de El Confidencial. Sin ir más lejos, el mes pasado explicaba lo que entiendo es el final del modelo francés. En septiembre de 2012 analizaba someramente sus presupuestos, en octubre siguiente lo citaba como el tapado de la crisis, y en enero de 2013 repasaba las razones que hacían de Francia la auténtica bomba de relojería de la Eurozona, tal y como había señalado el noviembre anterior The Economist. Si para muchos el riesgo económico francés está bastante claro, ha llamado mucho la atención el resultado que el filofascista Frente Nacional de Marine Le Pen ha cosechado en estas elecciones al Parlamento de la Unión de este pasado domingo 25 de mayo. Algo que a quienes estamos en el día a día de la política francesa no nos ha extrañado en absoluto, y que trataré de explicar a continuación.




















La acusación más grave que se ha efectuado al presidente de la República, François Hollande, la ha recogido el diario Le Figaro, y no es otra que la de haber sido el mayor captador de votos para el partido de extrema derecha. Días antes de la primera vuelta de las elecciones a la presidencia de la República (que tuvieron lugar el 6 de mayo de 2012) publiqué tres entradas consecutivas en mi blog sobre lo que supondría una victoria de Hollande, tras estudiar su programa en profundidad ("Hollande o el caos" y "Hollande, más fuego" fueron las dos primeras). En la tercera de ellas ("Sarkozy: Europa en la encrucijada") señalaba por qué era imprescindible una victoria de Nicolas Sarkozy no sólo para Francia, sino para Europa y para España en particular.
La respuesta al ascenso de la ultraderecha francesa no sólo se explica por razones económicas, y desde luego por la (inexistente) política de austeridad del Gobierno francés. El siguiente cuadro, tomado de la cuenta de Twitter de Miquel Roig, muestra claramente cómo el gasto público no ha dejado de crecer en Francia desde el comienzo de la crisis. Es cierto que el nuevo primer ministro, Manuel Valls, ha prometido numerosos recortes que, sin embargo, siendo sin duda imprescindibles, aún no se han producido.

















Y por el contrario no hay nada realmente nuevo bajo el sol que empezó a desvelar el denominado “problema” francés nada menos que el 21 de abril de 2002 cuando el padre de la actual presidenta del partido, Jean-Marie Le Pen, arrancase el pase a la segunda vuelta de las elecciones a la presidencia de la República al socialista Lionel Jospin, para diputársela al conservador Jacques Chirac. La abstención en aquella primera vuelta marcó un hito histórico, alcanzando el 28,4% del electorado, algo que nunca había ocurrido ni ha vuelto a ocurrir.

















El mensaje que ha cautivado a los franceses reposa sobre seis pilares.
La política agraria común. Como suele ocurrir en todos los grupos nacionalistas, se acusa al mercado de todos los problemas. La PAC es acusada de haberse convertido al ultraliberalismo (sic) y de ser el primer factor de debilitamiento de la agricultura francesa (que recordemos representa el 21% del valor de la producción vegetal europea y el 15% de la animal); sin ambages se indica que “180 agricultores franceses se suicidan cada año”. Las propuestas son las clásicas del proteccionismo socialista: aumentar las ayudas a la agricultura (eliminando la aportación francesa a la PAC para destinarla a este menester), prohibición del comercio con los países “que no respeten nuestras normas” y sostener los precios cuando sea necesario.
El euro. Uno de los grandes males de la economía francesa para el Frente Nacional, acusado de haber aumentado un 54% de su valor frente al dólar desde su creación y de haber costado dos millones de empleos en la industria francesa. “El principal pilar de la soberanía de un país es emitir su propia moneda”, reclaman. “Al contrario que los demás países importantes, Francia no puede emplear su moneda para defender sus propios intereses”; este mensaje populista, que apela al nacionalismo monetario como solución a los males económicos, ha sido profusamente empleado por la izquierda en nuestro país, no sólo por la plataforma Podemos, sino incluso por ciertos economistas mediáticos. Que no es solución a nada sino agravamiento se observa en países como Venezuela. La propuesta en este terreno es previsible: que el dinero francés pertenezca a los franceses, acabar con la dictadura del Banco Central Europeo. Que el euro sea la 2ª moneda en el comercio internacional no tiene importancia para el FN, que señala que se trata de una anomalía “al tener el 95% de los países del mundo su propia moneda”.
El Tratado de Libre Comercio con los EEUU. Calificado como “masacre ultraliberal”, es una de las principales bestias negras del FN, al que asusta todo intento de liberalizar los intercambios y favorecer al consumidor-contribuyente. La sumisión a las multinacionales, la aparición de la carne hormonada, el fin del derecho laboral… son sólo algunos de los terribles males que la señora Le Pen preconiza de firmarse el tratado.
Los trabajadores desplazados y el famoso dumping social son asimismo argumento electoral del Frente Nacional. Se acusa a españoles y portugueses en concreto de ganar concursos en el sector de la construcción para luego desplazar hasta allí mano de obra más barata, provocando el cierre de decenas de empresas francesas e impidiendo al trabajador galo acceder al trabajo en su propio país.
Internet y las telecomunicaciones han sido otro de los unicornios montados por los jinetes azul marino (en francés bleu marine; hasta en esto han jugado bien las cartas, al asociar el tradicional color azul de los partidos de la derecha –y de la propia selección francesa de fútbol, apelando así al patriotismo simplón– con el calificativo “marino”, llamando al nombre de su líder). Se habla del espionaje norteamericano, se combina con los “deseos” de censurar contenidos y controlar internet por parte de la Unión Europea, que habría dedicado dos millones de euros en 2013 para descalificar opositores en la red… Un mensaje calcado al de plataformas progresistas españolas como el Partido X, de Hervé Falciani, o de Podemos, de Pablo Iglesias, la gran triunfadora del día 25 en España.
El sexto pilar en el que el FN se apoya es la libertad de movimientos de las personas en el seno de la UE, recogido por el tratado de Schengen. De forma literal sin ningún tipo de apuro, el FN declara que “al suprimir los controles fronterizos entre una gran mayoría de países europeos, los acuerdos de Schengen nos dejan completamente desprotegidos frente a la inmigración clandestina, los grandes tráficos internacionales y a la delincuencia nómada o a los gitanos”; “el 74% de los franceses piensan que hay demasiada inmigración en Francia”. Frente a ello, recuperar el control de las fronteras, el sistema de visados, y la unidad nacional. Suprimir el tratado de Schengen es, obviamente, una prioridad.
Estas son las propuestas que han logrado el apoyo de uno de cada cuatro franceses que acudió a votar el domingo. Un discurso que en mucho aspectos es idéntico al de Izquierda Unida o Podemos en España. Muchos se rasgan las vestiduras ante lo ocurrido en Francia, la madre de las libertades. Quizá vaya siendo hora de que esos mismos que celebran la fiesta de la democracia cada noche electoral revisen qué han provocado, porque ellos son los culpables del deterioro de la situación."

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