miércoles, 7 de mayo de 2014

Una política para la libertad

Un interesante artículo de Adolfo D. Lozano sobre el único partido liberal-libertario de España, el P-Lib, solo en la defensa de la sociedad civil, cada vez más asfixiada por el insaciable estatismo, y finalizando con un acertado extracto.

Artículo del Instituto Juan de Mariana:

"Libertad es prosperidad. Tan inapelable afirmación es el frontispicio identificativo del joven movimiento liberal-libertario que Juan Pina abandera y éste es, sin duda, su manifiesto de presentación. Lo bueno de Juan no es que tenga ideas –algunos mejor harían en no tener ninguna-, sino que las suyas lo son por la libertad y crea escuela a la hora de defenderlas.
Juan Pina, antes que nada, es liberal. Y conviene aclararlo en un país en el que es epidémico el síndrome de ser liberal “pero antes patriota”, “pero antes español”, “pero antes catalán”, “pero antes católico”... Éste es un manifiesto sin “peros”. El P-Lib es un movimiento liberal a fuer de liberal. Y es que uno, realmente, antes que valenciano, andaluz, trabajador, estudiante, heterosexual o cristiano, es algo mucho sencillo como incuestionable: es individuo, es una persona. Todo el liberalismo, desde sus inicios clásicos, se ha ido componiendo como un cántico contundente y revolucionario de, por y para la persona. “Una política para la libertad” es un alegato, uno para salir a las calles y corear con entusiasmo esa melodía que nos hace prósperos.

En el fondo, el resurgir del movimiento liberal-libertario en nuestro país parte de un hartazgo, de un hastío.  Juan Pina es una persona que se indigna ante el panorama actual, pero que se indigna bien. Y no nos trae otra componenda, otro parche o remiendo sino un auténtico ultimátum a las recetas de “el sistema menos malo posible”. ¿Por qué conformarse con malas versiones de una sociedad justa y próspera si podemos practicar la verdadera? ¿Por qué tener lo menos malo si podemos tener lo mejor? La llamada socialdemocracia ‘transpartita’ ya no aguanta más. Hay que despertar del largo letargo, del invierno socialdemócrata que nos anestesia, reinventar la soleada e ilustrada era de las Luces, dejar que rebrote la Razón. Y ésta es una tarea diaria. Hacer política, como muestra Pina y el Partido de la Libertad Individual (P-Lib), no es tanto aspirar a un escaño como la ambición apasionada de ganar las elecciones un poco más cada día en las calles. De salir con el pico y la pala, pero con los de verdad: con los que cavar la zanja –por desgracia, precisaremos de una de dimensiones colosales- donde enterremos de una vez por todas ese Hiperestado que nos asfixia y nos agravia. Cada día, la política resulta menos opción y más obligación para quien está comprometido con la recuperación de nuestras libertades usurpadas y la conservación de las aún disfrutadas.

Sin más excusas que la de una coherente trayectoria en defensa de las ideas de la libertad, Juan Pina aboga por cambiar por completo el guión de la farsa en la que vivimos: del quítate tú para ponerme yo al quitemos al Estado para poner a la sociedad civil. Nadie ya puede acabar negando que el modelo acuñado por la frase de Alfonso Guerra de “quien se mueva no sale en la foto” se ha cumplido tan a rajatabla que ésta, la foto socialdemócrata, de inmóvil ya resulta cadavérica. El problema es que las víctimas propiciatorias de este gran banquete somos nosotros, la sociedad civil. Quien se sienta a la mesa es el Estado.

Un Estado que te quita el dinero que ganas por los métodos, además, que él te deja según sus estándares de moralidad. Es lo que podemos llamar la tiranía alternante del PPD y el SIC: la Persecución Progre del Disidente y la Santa Inquisición Conservadora. La elección entre “susto o muerte” es nuestro Halloween de cada día.

Así, Pina y el P-Lib, más que política hacen contra-política. Puede compararse, sin miedo al error, al método de atacar desde dentro el sistema al que tantas veces se refiere el profesor Huerta de Soto. Si el Capitalismo liberal algunos lo han definido no del todo erróneamente como una destrucción creativa, poco fructífero vamos a poder hoy crear si no abatimos el consenso socialdemócrata que padecemos.

Pensiones, impuestos, sistema monetario, libertades personales, mercado laboral…Juan Pina desgrana los problemas fundamentales con las respuestas necesarias. ¿Por qué han de sufragar las carreteras quienes no tengan carnet de conducir o los aeropuertos quienes no usen el avión? ¿Qué sentido tiene mantener un Ministerio de Economía en una sociedad libre? Pina no se deja enredar en los debates sofistas de hoy en día. Considera por ejemplo que la libertad de movimiento e inmigración es parte del programa liberal, pero para llegar a aplicarla tendremos que recorrer también otras revoluciones liberales como la del derrocamiento del Bienestar del Estado que actúa como sirena de llamamiento desaforado a los inmigrantes. Un Estado que ya sólo redistribuye fraudes, promesas incumplibles y una deuda que hipoteca a nuestros hijos. Cada vez resulta más patente que la única redistribución posible bajo el Estado es la de los grupos menos influyentes políticamente a los más influyentes políticamente, y de todos a favor del Estado.

El espíritu de la alternativa del P-Lib para nuestro país puede calibrarse en el siguiente extracto:

“Estamos orgullosos de representar en la Internacional Libertad al ala más libertaria. Es un orgullo recordar que la Internacional Liberal tuvo como fundador y primer presidente en 1947 al ex-ministro español de la II República Salvador de Madariaga, exiliado por la dictadura franquista, estrecho colaborador de Hayek en la puesta en marcha de la Sociedad Mont Pelerin […]. En el país del más burdo y simplista dualismo, de rojos y fachas, del conmigo o contra mí, de los fatricidios encarnizados, Madariaga representa la tercera España, y ésa es la nuestra, la que en una guerra de totalitarismos hizo lo único decente que un liberal podía hacer: las maletas. Es la España que siempre fue acallada por los toscos colectivismos de un lado y del otro, por los talibanes de brazo extendido o del puño en alto. Es la España que contribuyó de buena fe a la Transición pero enseguida fue condenada al ostracismo durante otros cuarenta años por el régimen resultante, porque el liberalismo estorbaba a la entente, ahora cordial, de los herederos de aquellos dos bandos sanguinarios, que en 1978 se repartieron el pastel asumiendo el paradigma europeo del momento: el consenso socialdemócrata”.

“Una política para la libertad” trata, en suma, de devolverte lo que te pertenece: tu vida."

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