jueves, 8 de enero de 2015

Mahoma, 'Charlie Hebdo' y el humor

Santiago Navajas sobre el reciente atentado islamista en Francia contra la libertad, y la extendida complacencia, justificación y victimización del agresor que se realiza en amplios sectores en Europa, con la exigencia incluso de la autocensura para evitar herir sensibilidades. 
Es decir, con la exigencia de la sumisión a la barbarie y la sinrazón, y la rendición al totalitarismo, lo cual nunca acaba bien, sino que fruto de esa debilidad mostrada, la violencia y los actos totalitarios y de imposición crecen en mayor medida hasta que es demasiado tarde para evitarlo, y el enemigo se ha hecho demasiado fuerte para una solución positiva o fácil. 

Artículo de Libertad Digital:
Cuando se publicaron unas viñetas en un diario danés en las que se bromeaba con el vínculo entre el islamismo y el terrorismo, la acción violenta por parte de algunos grupos islámicos contra el periódico llevó a algunos representantes de la opinión publicada socialdemócrata a pedir la (auto)censura de dichos actos humorísticos. Así, Miguel Ángel Bastenier escribía en El País:
Ahora, en cambio, es Occidente quien inflige directamente la ofensa, y no sólo ésta no se ciñe a una persona, sino que la publicación en un diario del corpus delicti se presta especialmente a hacer responsable a todo un colectivo. Pero está claro que, pese a todo, hay que defender el derecho a la crítica, porque una vez iniciado el camino de las prohibiciones nadie conoce su punto final. La autorregulación parece la única respuesta.
Mientras que Olivier Roy sostenía (por usar su beligerancia verbal: con mala fe y todavía más idiocia):
El conflicto de las caricaturas danesas es presentado con frecuencia como la expresión de un choque de civilizaciones entre un Occidente liberal y un islam que rechaza la libertad de expresión. Hace falta mucha ignorancia y todavía más hipocresía para sostener esta tesis.
Es decir, la izquierda radical-chic se quitaba la careta y pedía la censura de los medios de comunicación, alineándose de esta forma con los voceros del islamismo en Europea, de Sami Naïr a Tarik Ramadan, y varios pensadores cristianos autodenominados teólogos de la liberación. También, con la derecha más ultramontana y religiosa, liderada por el entonces presidente George W. Bush. Parafraseando a Cioran, los religiosos se unen a la hora de hacer una cruzada, o una yihad, contra el humor.
En respuesta a ese islamismo brutal y a esa izquierda domesticada, la revista satírica Charlie Hebdo dedicó un número especial a Mahoma y los islamistas en la que se veía al Profeta exclamando:
Es duro ser amado por los gilipollas.
Es decir, con inteligencia y valentía los humoristas ponían el dedo en la llaga, distinguiendo la religión islámica de sus derivadas patológicas. Y asumiendo que la mayor parte de los musulmanes son lo suficientemente inteligentes para comprender un subtexto irónico en lugar de, como hacen implícitamente los Bastenier, George W. Bush y compañía, creer que el conjunto de los musulmanes son un hatajo de analfabetos al borde de un ataque permanente de histeria colectiva y delirium tremens asesino.
La declaración de intenciones de Charlie Hebdo fue impecable, y merece constar como leyenda en el frontispicio de todas las Facultades de Periodismo:
No hay que herir la fe de los creyentes, nos dicen personas razonables y los empresarios del yogur que temen el boicot. Estamos abiertos al debate. Pero, dado que el debate tiene lugar, hará falta en adelante que ciertos creyentes dejen de herir inmediatamente a aquellos que no comparten estrictamente las mismas convicciones que ellos. Y que cesen de responder al lápiz y a la pluma con el puñal y el cinturón de explosivos.
Ahí resuenan el eco y el espíritu de otros ilustres bocazas, de Sócrates a Voltaire, de Giordano Bruno a Stephan Zweig, todos ellos partícipes de los versos lírico-épicos de Quevedo:
No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy sin miedo que libre escandalice
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice…
Al que también hubiera recomendado silencio el presidente Rodríguez Zapatero, el hombre que presumía de decencia y dignidad pero que cometió la infamia de acobardarse contra los heraldos del terrorismo internacional, pareciéndose al sheriff perezoso y miedica de El hombre que mató a Liberty Valance:
La libertad de expresión es una de las piedras angulares de nuestros sistemas democráticos y nunca vamos a renunciar a ella. Ahora bien, no existen derechos sin responsabilidades por las sensibilidades diferentes. La publicación de estas caricaturas puede ser perfectamente legal, pero no es indiferente y, por tanto, debería ser rechazada desde un punto de vista moral y político.
Este párrafo, firmado al alimón por ZP y el primer ministro de Turquía, Erdogan (hoy instalado en una deriva totalitaria de corte islamista que ya entonces veía venir todo el mundo menos el presidente del Gobierno español), es el más hipócrita y repugnante desde el punto de vista moral y político que he tenido la ocasión de leer en mucho tiempo. Y desde un punto de vista lógico, el presidente de un Estado de Derecho, aunque no se lo crea, está abogando por la represión de todas las manifestaciones que no dejan indiferentes. Que son todas las que no son banales o triviales, las dos características fundamentales de sus discursos, en el mejor de los casos.
El equivalente satírico español de la revista francesa, El Jueves, reflejó sin tapujos y a tumba abierta el miedo que subyace a los reflejos censores de la socialdemocracia casposa e instalada en el power-flower, lo que en Italia se denomina radical-chic, titulando su revista:
Íbamos a dibujar a Mahora… ¡pero NOS HEMOS CAGADO!
Sólo nos queda saludar con tristeza no exenta de orgullo democrático a los trabajadores de la revista Charlie Hebdo, recordando una frase de Dutton Peabody, el periodista que se negó a censurar una información ante las amenazas del matón Liberty Valance en la obra maestra cinematográfica y liberal de John Ford. Por ejemplo, cuando ironizaba (¡ay, de nuevo el humor contra los violentos!)
¿Liberty Valance tomándose libertades con la libertad de prensa?,
o, más tarde, con el monólogo que recita ante la convención que lo nomina como candidato a delegado del Estado:
Buena gente de Shinbone, ¡soy vuestra conciencia! Soy la vocecita que truena en la noche. ¡Soy vuestro perro guardián que aúlla contra los lobos! ¡Soy vuestro padre confesor!
Yo soy vuestra conciencia, yo soy la débil voz que truena por las noches, vuestro perro guardián que aleja a los lobos, yo soy vuestro padre confesor, yo soy… ¿qué mas soy?
Los lobos han vuelto y merodean entre nosotros. Honor y reconocimiento para nuestros nobles perros guardianes, los periodistas asesinados de Charlie Hebdo.

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