martes, 19 de mayo de 2015

Vulnerables y excluidos

Carlos Rodríguez Braun sobre la expansión del Estado y su coacción y poder burocrático con la retórica de los "vulnerables".

Artículo de Expansión:
La ética impulsa a ayudar a los pobres y necesitados, y así lo han hecho los seres humanos desde hace milenios. En esa labor han destacado instituciones civiles, sobre todo religiosas, mucho antes de la aparición del Estado moderno. Precisamente, dicho Estado evolucionó hasta alcanzar inéditas cotas de coacción con el benévolo argumento de que ahora sí alguien realmente cuida de los pobres y los desvalidos mejor que como lo había hecho siempre la sociedad civil. 
Sin embargo, era demasiado obvio que tales atenciones eran distintas de las tradicionales, empezando por su carácter coactivo y siguiendo por su extensión: es evidente que los Estados no cuidan de los pobres sino que montan gigantescas pirámides burocráticas con el objetivo de “cuidar” a todo el mundo, lo que lógicamente no pueden hacer sin a la vez oprimir a todo el mundo. Entonces, la retórica cambió, y en vez de pobres se empezó a hablar de “vulnerables” y “excluidos”. 
Ken Minogue, el australiano que enseñó Ciencia Política durante muchos años en la London School of Economics, sugirió que el feminismo fue pionero en ese movimiento que ha probado ser, como se dice ahora, viral: “Se pensó que las chicas tenían desventajas en el colegio, pero rápidamente lograron resultados excelentes, creando así una nueva clase de vulnerables: los chicos que obtenían calificaciones inferiores, especialmente si eran de la clase trabajadora”. Las víctimas de los robos eran por supuesto, vulnerables, pero “los propios ladrones, especialmente si eran jóvenes, fueron también clasificados como vulnerables, porque la sociedad les había fallado. Es notablemente difícil eludir la clasificación de vulnerable” (“Individualism and Its Contemporary Fate”The Independent Review, otoño 2012, http://goo.gl/JngNXh).
Esta expansión estatal es siempre acompañada del reproche al capitalismo, un sistema que no sólo genera prosperidad sino también toda clase de muestras de promoción del sentido comunitario. El Estado hace lo contrario, mientras extiende su coerción sobre la base de tratar a la sociedad no como compuesta de individuos sino de personas vulnerables o “en riesgo de exclusión”, otra idea indefinible, a las cuales el Estado concederá “derechos”, que ya no son de los individuos, quienes verán quebrantados sus derechos clásicos, empezando por la propiedad del fruto de su trabajo. 
Recorriendo el camino inverso al sugerido por Sir Henry James Sumner Maine, pasamos del contrato al estatus, y la imposición del Estado sobre el mercado socava la convivencia y la libertad: “Somos prudentes de cara a los demás porque pueden reclamarnos cosas. Si necesitamos menos a los demás, vivimos atendiendo más a nuestros propios sentimientos”. Al revés de lo que se nos dice, la libertad de elegir queda restringida en nuestro tiempo, precisamente porque el crecimiento imparable del Estado nos coloca a todos en una posición de vulnerabilidad frente a él, y en riesgo de inclusión en sus campañas punitivas contra nuestros bienes y nuestros contratos.

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