martes, 16 de junio de 2015

La estrategia secreta de Podemos para perpetuarse en el poder

McCoy analiza la situación tras las últimas elecciones y la estrategia "secreta" de Podemos para perpetuarse en el poder. Aunque en absoluto es una estrategia novedosa, sino común en otros lares, y paso a paso nos dirigimos a ello, y por supuesto, no hay duda que con los mismos resultados. 
Tiempo al tiempo...

Artículo de El Confidencial:
No hay que ser muy listo para saber que lo que ha sucedido tras las elecciones del 24 de mayo no es un triunfo de la democracia. Lo habría sido si se hubiera jugado la baza de la formación más votada, si no hubiera habido alianzas contra natura que pervierten el sentido del voto solo para garantizar una cuota de poder, si las negociaciones entre partidos hubieran sido de programas y no de componendas, si no hubiera rencor, como parece en tantos y tantos sitios, sino mera alternancia política.

Hay un deseo de enfrentamiento –especialmente por el lado izquierdo del espectro político– que no se entiende. Una agresividad extraña que era la que recogía Nacho Cardero en el último párrafo de su imprescindible artículo de ayer. O no tanto. Porque, de hecho, encierra la clave principal de cómo las fuerzas de izquierda radical quieren perpetuarse en el poder. No se trata, de hecho, de nada nuevo: es una réplica de lo que aupó al populismo en Venezuela. Divide y vencerás.

El proceso es muy fácil. Aprovechar la candidez ciudadana para ocupar un espacio que les permita controlar el orden público y áreas de conocimiento de la riqueza ciudadana. Den un repaso a las concejalías y me cuentan. A partir de ahí se inicia una campaña de demonización del rico y de protección del pobre, de arrinconamiento del que no piensa igual y de salvaguarda con dinero público del que sí que lo hace, que viene acompañada de un levantar de alfombras que les permite reforzar su aura de pureza.

 De este modo se alimenta la fractura entre los buenos, que son los alineados con el pueblo, y los malos, que son los que robaban y que merecen penar por los siglos de los siglos. Poco a poco se va asfixiando a todos aquellos que cuentan con la capacidad suficiente para sacar adelante un país, bien a través de leyes ad hoc o de impuestos. Y se establece una estrategia de provocación a la espera de que salten. Cuando lo hacen, la excusa para fijar aún más el mensaje en el consciente ciudadano está servida. A estos es mejor sacarlos de la circulación. A por ellos.

Y así consolidan una mayoría suficiente de apesebrados que son los que garantizan elección tras elección que puedan seguir en la pomada. Lo que viene después ya lo saben. El cuento termina de forma completamente inversa a como comenzó. Con los buenos robando a manos llenas y los ‘malos’ intentando rescatar la nación en beneficio del pueblo, que no tiene ni para papel higiénico. Eso sí, entre acusaciones de alta traición. Lo que queda al final es un estado dividido, con enormes heridas, que condena su futuro para siempre. Al tiempo.

Puede que alguno piense que aquí esta otro con la estrategia del miedo. 

Se equivoca. 

Esto ha sucedido ya y lo hemos visto en Latinoamérica. No es un ejercicio teórico, sino que nace de la experiencia práctica. Y vamos repitiendo el guion pasito a pasito. Cuando se deja al pueblo ocupar el poder, es receta para el caos. Porque gobernar exige preparación y criterio. Es verdad que los anteriores dirigentes, fueran populares y socialistas, se han empeñado en desmerecer su propia misión pero no por eso deja de ser así. El mejor ejemplo lo tenemos en Reino Unido, donde el poder ejecutivo está aún reservado a quien puede gobernar en función de su CV.

En la democracia no vale cualquier cosa. Hay muchos ciudadanos que se quieren hacer trampas en el solitario pensando que quien no sabe va a recibir ciencia infusa para llevar una consejería o ser concejal. Se equivocan, lo que natura non dat, ocupar un puesto de responsabilidad non praestat. Al contrario, buscarán la manera de perpetuarse en el poder, dividiendo y manipulando a partes iguales. Algunos acuerdos de última hora se han cerrado más con base en personas, garantía de empleos para los amigos y favores similares, que en ideas. 

Como la rana de la fábula, cuando nos queramos dar cuenta como país, será demasiado tarde. Esperemos no ser tan idiotas.

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