jueves, 10 de diciembre de 2015

El bien y el mal

Juan Manuel del Álamo analiza el reciente debate a cuatro entre los principales candidatos a la presidencia en España, centrándose en el ganador (televisivamente hablando), Podemos. 

Artículo de Reinformación:
No me pregunten. Hasta el debate llegó Iglesias rodeado por todas partes del abrigo más cochambroso que encontró en todo Madrid y comprado, deliberadamente, dos tallas más grande. Si quisiera, Errejón cabría dentro al mismo tiempo. Bajo techo, lució su voto comunista de no llevar chaqueta y el sudor traspasó su camisa. Intentó ocultarlo agarrándose muy fuerte a su bolígrafo, porque una cosa es vestir calculadamente de vergüenza e ir pretendidamente despeinado y otra cosa es dar asco al espectador. Al final, supo medio remediarlo escondiendo buena parte de su camisa bajo sus axilas en una jugada que recogerán los libros de historia política junto a la sudorosa frente de Nixon.
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En las redes sociales y en las tertulias de las cadenas sobre los propios debates políticos, todo el mundo apalea a Pedro Sánchez. No entiendo el motivo. Sí, es cierto que imposta la voz como si fuera a cantar ‘Nessum Dorma’, pero su vocalización y su tono son perfectos. Eso debería ser algo bueno. Está seguro ante las cámaras (ya le gustaría a Mariano), construye las frases perfectamente (ya le gustaría a Mariano) y rarísima vez se lía (ya le gustaría a Mariano). Para colmo, está contento de estar en su cuerpo (ya le gustaría a Mariano). Le vi con aplomo, bien plantado una vez más. Cuando escuchaba, Pedro Sánchez se quedaba paralizado inclinado hacia delante, como si estuviera asomándose al borde de un precipicio (tal vez lo está) o como si algo descomunal tuviera entre las piernas (ya le…). Entre manos tenía Iglesias algún buen zasca. Al final la política española va de esto, de dejar en ridículo a Marhuenda. El líder chavista (no vamos a discutir este adjetivo a estas alturas) nos descubrió que Andalucía estuvo a punto de ser un país independiente, pero que a última hora no quisieron los andaluces, que Jordi Sevilla trabaja en House Water Watch Cooper y que Camus no es francés porque nació en Argelia. En Sevilla jamás han votado para dejar de ser españoles, SevillaJordi, no trabaja en PricewaterhouseCoopers (como Trinidad Jiménez no trabaja en Telefónica, aunque Iglesias se empeñara en el debate de El País) y decir que Camus no es francés es como decir que un señor de Gales no ha nacido en el Reino Unido. Es peor, incluso, porque Camus nació en el seno de una familia de franceses. Pero no lo voy a dejar aquí. El padre de Camus nació en Alsacia, pero huyó de allí porque Alemania invadió la región. Ahora discutan mentalmente en qué país nació por mera diversión.
Pablo también nos contó que Barcelona crece al 7% (la confundió con la India o algo así) y que había que incluir la educación entre los derechos fundamentales en la ConstituciónIglesias llega casi cuarenta años tarde. Pero es profesor honorífico de la Complutense por salir en la tele, que es lo que cuenta. Si cualquiera de estas soplapolleces las hubiera dicho Rajoy, serían recordadas durante años, si las dijera Rivera, serían comentadas en Twitter una semana y si las dijera Sánchez todo el mundo comentaría que las habría dicho con la voz impostada y que no habían sonado sinceras. Esos errores habrían ensombrecido en buena parte el debate, pero como los cometió el elegido, todo lo que llegan son disculpas propias de una secta (propias de).
Tras un buen cara a cara en SalvadosRivera no ha brillado en ninguno de los dos debates. Es mucho mejor en solitario que debatiendo. Se pone nervioso discutiendo y lo entiendo. La presión es mucho mayor para él. Rivera sabe que si los renglones de Dios fueran rectos, tendría mayoría absoluta. Es un chico bien, que hace las cosas bien, que ha ofrecido ya tres millones de pactos a todo el mundo salvo al ISIS y le pone nervioso pensar que tal vez no pueda ganar. Yo estaría histérico. Para Rivera, asumir su derrota es como asumir que el mundo es una mierda, justo lo contrario que para Iglesias, que saca partido de que el mundo sea un vertedero de confusión, saca partido de acusar a Rivera de querer bombardear todo Oriente Medio. ¿Lo ven? Para volverse loco.
El PP podría haberse ausentado de nuevo del debate y no habría pasado nada. Soraya pasaba por allí, había memorizado unas cuantas consignas básicas y sonó falsa, cuando una de sus fortalezas es su aparente naturalidad, sencillez o campechanía. Además, estaba nerviosa. La gran esperanza de los populares pinchó, aunque sobrevivió porque sus rivales prefirieron darse entre ellos. Pero la diferencia entre unos y otros se resume muy fácilmente: para Iglesias el debate era la cita más importante de su vida, para Soraya, un trámite a superar. Para Marhuenda la vicepresidenta “ganó claramente”. Debería jubilarse claramente y dejar de ser el tonto útil de la izquierda.
La extrema izquierda a menudo se ríe de la campechanía atribuída a sus rivales políticos o al ex jefe del Estado. Luego, cuando les preguntan por sus líderes, lo primero que destacan es su sencillez y naturalidad. Ocurrió ayer cuando le preguntaron a una seguidora podemita: es que Pablo Iglesias es auténtico. Delirante.
He estado repasando algunas partes del debate y pensándolo y sí, Pablo Iglesias ganó (negaré haberlo escrito incluso aunque sea sometido a terribles torturas). Ganó en términos televisivos. Ganó a pesar de las meteduras de pata que a otro le habrían condenado. Pero no ganó porque el rebaño podemita se masturbe votando en las encuestas de Internet como si no tuvieran una vida digna (como si), ni porque su ideología sea tal mierda que necesitan dar la apariencia de que todo el mundo opina como ellos (los liberales, en clara minoría, lo aceptan sin problema porque saben que están en el lado bueno de la Historia). Iglesias ganó porque comunica mejor que sus rivales, se lo trabaja más y tiene más reflejos televisivos. Repite como un loro, dice muchas tonterías, pero repite bien, no como Soraya. Las frases de Iglesias entran por los oídos, tienen sujeto verbo y predicado y el podemita usa bien los recursos estilísticos del lenguaje y las, digamos, artimañas. ¿Tiene esto algo que ver con sus hipotéticas capacidades para gobernar o con la viabilidad de cualquiera de sus múltiples programas electorales? Ni un uno por ciento. Pero qué bien enumeró al final del debate los chanchullos y los casos de corrupción, bien memorizados, como si fueran las preposiciones: el pago en negro a los trabajadores de La Tuerka, la beca de Errejón, el fraude fiscal de Monedero, el inexistente informe de Monedero, el condenado por violencia número uno de Podemos por Jaén, el nepotismo de los ayuntamientos de Colau y Carmena, la concejal de Podemos en Cádiz imputada por estafar a inmigrantes, el miembro del Consejo Estatal imputado por un escrache, Rita MaestreTania Sánchez, el líder de Podemos en Gran Canaria denunciado por abusos, el concejal de Podemos en Santa Cruz de Tenerife imputado por corrupción, ZapataVictoria Rosell, el alcalde de Podemos en Atarfe imputado por prevaricación, Irán, Venezuela… Perdón, esta no era la lista. Y lo peor es que nada de esto apareció en el debate, salvo alguna leve e ineficaz mención a Monedero. No son los ERE, pero dan para pringar al pringador mayor del reino. El líder de Podemos cerró el debate con un gesto imitación a Chávez y un probable guiño a Otegi. Esperanzador.
Todo bien
Reconozco que no he leído apenas a Kant y que recuerdo todavía menos. Pero con otros autores me pasa como a Rivera: tampoco he leído a Rallo y creo que es un referente fundamental para cualquier persona de bien, no necesariamente de izquierdas (estoy hablando en serio). Qué palabra, “fundamental”. A Pablo le encanta. Ayer la dijo dos o tres veces. Me acordé porque en mi cabeza resuena una de sus grandes frases con ese término: “es fundamental que América Latina invada Europa”. La pronunció en la cadena de estúpido nombre Venezolana de Televisión que el domingo anunciaba sin apenas rencor que “la extrema derecha” había ganado en Venezuela, como si la oposición defendiera la pureza de la raza del Orinoco. Lo que lloraría Monedero. Pero luego remontó al ver a su adorado jefe en televisión trayendo la revolución a España. Monedero lo celebró en Twitter recordando que Podemos es el pueblo y una máquina de amor, como Pedro Sánchez. Monedero es un tipo afortunado: va a terminar la legislatura sin ser ni siquiera imputado, sin ni siquiera ser juzgado en Venezuela por cobrar dinero público a cambio de nada, ni en España por no poder justificar de ninguna manera ese mismo cobro. Bueno, sí, enseñó una factura para tranquilizar al público-merma. Nada serio. Por suerte para Podemos, lo de Venezuela se está olvidando, como si hubieran cerrado YouTube. Eso les empujará y les ayudará en eso que en el partido chavista consideran una olorosa remontada.
Con Monedero empezó todo, que diría Piqué, que está deseando un referéndum. Es curioso lo del referéndum catalán (cómo enlazo temas) que promete Podemos: le está dando réditos electorales en Cataluña y no le está mermando (je) en el resto de España. Solamente por las diferencias que hay en este asunto entre Ciudadanos y PodemosRivera debería arrasar de forma grosera. Hasta UPyD, que apareció en el aparcamiento de la sede de Atresmedia para despedirse. Qué pena y qué mal pintamos como país.
Alguno dirá que soy un fascista opresor por hablar tanto y tan mal de Podemos y tanto y tan bien de Pedro Sánchez o de Rivera. Lo comentaba hace poco con alguien, parapetado tras un café: Podemos da miedo y debería preocuparnos, el resto de partidos no dan miedo y no deberían preocuparnos. Incluso por torpes y corruptos que sean. De verdad, lo que pienso es impopular, aunque no pretendidamente polémico. Añoro aquellos tiempos de bipartidismo corrupto, de poca política en televisión, con menos debates entre candidatos que Juegos Olímpicos. Vivíamos sedados, como la mujer de ‘Goodbye Lenin’, pero vivíamos tranquilos. Yo soy castellano para lo bueno y para lo mejor. Y allí en Castilla se habla poco de política, se vota más o menos a los mismos tipos todo el rato y la gente vive medianamente tranquila y sin perder el tiempo en zascas, en procesos y en idioteces. Con el frío que hace por el norte, un zasca pica el doble y las manifestaciones se hacen muy duras y no compensan. Reconozco que Podemos nos ha despertado del sueño y eso en algún sentido hay que agradecérselo y en otro no, porque pretende solucionarlo dando más poder al Estado, la solución contraria a la lógica y a la decencia.
En 2006 había corrupción a palas y a nadie le importaba un huevo, porque más o menos todo el mundo tenía un sueldo digno y una hipoteca digna e impagable a medio plazo (aunque no lo sabían). Ahora algunos creen que recuperar la dignidad es votar a un señor que menciona mucho a Bárcenas al tiempo que promete subir los impuestos unos cien mil millones de euros. Algunos ciudadanos, después de pagar y cobrar en negro todo lo que pueden, posturean indignadísimos por la vida contra la corrupción, que es asquerosa y todo eso, pero que a mí no me quita el sueño. Me quita el sueño el chavismo y la gente. La gente loca y absurda, incapaz de razonamientos lógicos básicos. Algunos dicen que es preocupante que nadie se haya leído a Kant. Me parece ciencia ficción leerse a Kant cuando hay cientos de personas incapaces de entender un simple tuit con una adversativa, incapaces de distinguir a un vendehúmos, capaces de no partirse de risa cuando un político se golpea el pecho con el puño para emocionarnos y pedirnos el voto. Y todo eso ocurre en la era de la información, cuando todo el mundo ha visto horas y horas de televisión y de vídeos y debería tener atravesados y muy trillados los recursos televisivos y políticos, especialmente los más rancios.
¿Kant? Joder, Kant queda a años luz de la mayor parte de una sociedad sobrevalorada, cuya generación más titulada es, en buena parte, la que menos filtra las ridiculeces. Esa preparación que el país se esforzó en dar a sus jóvenes debería haber servido para compensar su inexperiencia y su falta de perspectiva. Pero no solamente no ha servido para eso ni para que se abran paso en el mundo (el gran fracaso del sistema educativo), sino que no ha servido para que asuman responsabilidades, para que no tomen el camino fácil ni para que se defiendan de tomaduras de pelo destinadas a ser efectivas solamente en comunidades indígenas de algún lugar perdido de Sudamérica. No, esto es la puta Europa, la de Le PenTsipras e Iglesias, todos ellos apoyados por nuestros enemigos. Y mientras, allende (aparece en el vídeo electoral de IU, no se lo pierdan) los mares comienzan a librarse de la basura populista (y ojalá lleguen lejos) dos golpes en el pecho son lo más destacado de la política española en el día de ayer. También he oído a algunos jóvenes que han vomitado tras el debate y ahí está la esperanza y lo que me anima a seguir por aquí.
Tengo la sensación de que vamos a estar en continua campaña electoral hasta que gane la bicha, porque a alguien se le ha puesto en los cojones, así, sin más. Se configurará un nuevo bipartidismo y alguna vez ganará quien no debe, por pura pesadez. Hoy estoy pesimista. España camina hacia la descomposición, hacia un precipicio mayor que el que tiene Sánchez ante sus pies cuando se inclina a mirar. Europa vendrá de la mano para consolarnos en el desastre. La idiocia nacional vendrá acompañada de nacionalismos, rencores y complejos heredados del pasado. Un pasado que nos enseñó que la extrema derecha, ni en pintura, esa mitad de la historia que parece que olvidó Francia. Nos queda la otra mitad del recorrido que, según el guión (con tilde hasta el fin), llegará en forma de gobierno largo y terminará tras doloroso escarmiento. Habrá sorpresas desagradables pronto, pero el consuelo es que quedan doce días para votar y parece que esta legislatura la vamos a salvar. Pero nada más. Estoy pesimista, sí,  y quería comentarlo. Y me he dado cuenta de que hablo de los jóvenes en tercera persona. Todo son malas noticias.

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