viernes, 1 de abril de 2016

Las tres mentiras de Podemos

Javier Caraballo expone tres nuevas mentiras de Podemos tras las elecciones que han quedado al descubierto con respecto a lo que decían, prometían y proclamaban.

Artículo de El Confidencial: 
Foto: Rueda de prensa de Podemos. (EFE)Rueda de prensa de Podemos. (EFE)
En año y medio de vida, desde la asamblea constituyente que se celebró en el otoño de 2014, Podemos ha derribado con su propia acción algunos de los pilares sobre los que se alzó entonces, como fuerza virginal que venía a romper el atascado sistema de casta política imperante en España, según el lenguaje de la época que ya ha dejado de utilizarse. Lo mejor que tuvo la irrupción de Podemos, como se ha defendido aquí otras veces, es que su mera presencia, junto a la de Ciudadanos, ha supuesto una necesaria convulsión interna de las estructuras anquilosadas y, sobre todo, que con su llegada a las instituciones lo que se ha demostrado es que la democracia y el Estado de derecho funcionan en España.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (Reuters)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias. (Reuters)
El ascensor de la política, que se diría, ha llevado a los escaños a quienes se sentaban en las plazas con consignas antisistema. Lo peor es que, a partir de ahí, lo demostrado por Podemos en su funcionamiento como partido político reproduce los mismos vicios y costumbres que denunciaban en los partidos políticos tradicionales de la democracia española. Desde el 20 de diciembre hasta ahora, en el breve tiempo en el que han cambiado las asambleas por los escaños, Podemos se ha enfrentado con su nueva realidad y quedan al descubierto tres grandes mentiras con respecto a lo que decían, prometían y proclamaban.

El frente de izquierdas

Eso que decían de que el esquema clásico de izquierdas y derechas estaba periclitado, no era cierto. A ver, no era cierto que en Podemos estén convencidos de ello, aunque la crisis de las ideologías sea una realidad, constatada y estudiada, desde hace medio siglo. Existe la crisis de las ideologías, porque el Estado del bienestar ha reducido a la nada las diferencias políticas reales entre izquierda y derecha -a excepción de los extremos radicales de ambos-, pero no es verdad que en Podemos se trabaje por la superación de ese esquema clásico.
En la llamada ‘gira del cambio’, realizada hace ahora un año, Pablo Iglesias afirmó en un mitin en Badalona: “No importan los símbolos, sino la clase a la que defiendes. Por eso 'el frente de izquierdas' es volver a lo mismo y dejar que gane la banca, y nosotros queremos ganar a la banca”. Desde la celebración de las elecciones municipales, lo que se ha comprobado es que un “frente de izquierdas” y no otra cosa es lo que persigue Podemos, que incluso veta para cualquier negociación a Ciudadanos; el Partido Popular está vetado ‘de oficio’. En el documento que elaboró Podemos en febrero pasado, el ‘frente de izquierdas’ era, de hecho, lo primero que se mencionaba: “Este documento contiene las bases políticas, institucionales y programáticas que a juicio de Podemos, En Comú Podem y En Marea permitirán formar en España un Gobierno de coalición de carácter progresista y de cambio junto con el PSOE, Izquierda Unida y Compromís”. ¿Es verdad que Podemos, como decía, no es de izquierda ni de derechas, sino que se dirige a una gran mayoría social? No, no es verdad. Se dirige a la mayoría social de izquierda y de extrema izquierda.

La condena de la violencia

Íñigo Errejón dijo en diciembre de 2014: “Podemos condena sin paliativos la violencia y el terrorismo”. No es verdad. De hecho, Podemos tiene un serio problema con la violencia. Con el concepto mismo de violencia, quiere decirse. Pese a que nada hay más evidente que un asesinato o una agresión física, en Podemos no se aclaran porque forman parte de esa izquierda ‘pegatinera’ que considera una seña de identidad algunos movimientos extremistas por el mero hecho de considerarlos de izquierda, con independencia de lo que puedan representar. Un desvarío ideológico, en fin.

El número dos de Podemos, Íñigo Errejón. (EFE)
El número dos de Podemos, Íñigo Errejón. (EFE)
Ya sea Venezuela, de forma muy explícita, o el mismísimo yihadismo islámico, al que por alguna extraña razón siempre se le encuentra alguna disculpa con los supuestos abusos de Occidente. Ha quedado de manifiesto en los últimos días con el mismo general podemitaJulio Rodríguez, el Jemad al que fichó Pablo Iglesias, y ha llegado al esperpento con los tres concejales de Podemos en Pamplona al afirmar, tras los atentados de Bruselas, que no suscriben ningún comunicado de condena al Estado Islámico que “tenga como eje el término 'condenar', porque es propio del lenguaje punitivo de la derecha, de los jueces o de la religión”. Ni siquiera esto último es cierto, porque cuando los comunicados de repulsa se refieren a cuestiones que sí se consideran propias, por ese esquema elemental de concepción de la izquierda, nunca hay reparos en utilizar la palabra condena.
“Podemos muestra su firme compromiso encaminado a la erradicación de las violencias machistas y manifestamos la condena y rechazo por el asesinato de Soraya a manos de su expareja”, se leía en uno de los últimos comunicados de esta formación. Condena y rechazo. Lo inexplicable es que los términos que se emplean por el asesinato de una persona no se consideren adecuados para el asesinado de decenas. Al margen quedan los episodios chuscos, como el protagonizado esta semana por ese concejal de Jaén, Andrés Bódalo, ridículamente ensalzado como mártir. También en esos episodios que tienen que ver con un sindicalismo de piquete y porra, Podemos encuentra la disculpa de esa violencia de ‘baja intensidad’, que dirán.

El modelo asambleario

En la asamblea constituyente de otoño de 2014, Podemos quiso marcadistancias con todos los partidos políticos y, para sorpresa de todos, anunció un proceso asambleario de dos meses de duración, en el que participarían decenas de miles de personas. Y se produjo, lo único que ocurre es que ya entonces lo que quedó de manifiesto es que la integración de los críticos en Podemos corre la misma suerte que en otros partidos políticos. Como Felipe González en su tiempo, lo que trasladó Pablo Iglesias a su organización fue que si lo querían a él como líder, sólo podían votar una lista cerrada, la suya, que no pensaba integrar a nadie que cuestionara su línea de actuación.
Muchos se quedaron en el camino y en el instante final de la asamblea fue Pablo Echenique y los suyos los que se quedaron descolgados. Si la opción para los militantes de Podemos es una oferta de “o todo o nada”, “o lo tomas o lo dejas”, por mucho que se organizasen asambleas telemáticas de meses de duración, el resultado es el mismo. El ‘dedo’ de Rajoy y el modelo asambleario de Pablo Iglesias conducen al mismo lugar: el liderazgo no se discute. La destitución fulminante, sin más explicaciones ni debates internos, del secretario de organización, Sergio Pascual, ante el amago de disidencia interna protagonizado por Iñigo Errejón, es exactamente la misma política interna que utilizan los partidos que antes eran “casta política”, alejada de la democracia interna y de espaldas a la calle. “Lo importante es que el liderazgo de Pablo Iglesias no está en cuestión”, ha dicho estos días alguno de sus portavoces. Lo mismo que dicen los fieles de Rajoy y de Pedro Sánchez, aquellos que eran ‘casta’.

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