martes, 19 de julio de 2016

Sobre los úlimos actos terroristas, la "religión de la paz", la yihad y la estrategia de los pretextos, los tontos útiles y el creciente problema que se avecina

Tras los sucesos de los últimos días, hoy nos despertábamos con que en Alemania un joven refugiado afgano, atacaba con unhacha y un cuchillo a los pasajeros (con algunos heridos graves) en un tren de cercanías en Wuzburgo hasta que fue abatido (una bandera del estado islámico ha sido encontrada en su habitación).
Testigos lo escucharon gritar "Allahu akbar" ("Dios es grande", en árabe) durante el ataque.

Y hoy mismo también en Francia (Garda-Colombe), un musulmán de origen marroquí con antecedentes penales apuñala a una madre y sus tres hijas (8, 12 y 14 años) en un campamento de verano por ir "ligera de ropa"...


Pero por supuesto, nada de esto tendrá que ver con la "religión de la paz", esa a la que no se puede criticar, y que nunca es responsable de nada, aunque sus propios fanáticos te aseguren y reaseguren que precisamente son los musulmanes verdaderos porque siguen a rajatabla los escritos de Mahoma (sin reinterpretación).

Y es que para que algunos lo entiendan la yihad contra los no creyentes es un elemento permanente de la principal corriente de la teología islámica. Y esto es válido para las cuatro principales escuelas de la jurisprudencia musulmana: la malikí, la hanafí, la hanbalí y la shafií. Y es que la enseñanza islámica acerca de las principales cuestiones quedó establecido hace tiempo y no debe ser cuestionado (por supuesto, existen musulmanes reformistas que abogan por reinterpretar el islam, pero dichos intentos o llamamientos han sido desatendidos o negados por las autoridades más importantes e influyentes en el mundo islámico). Por lo que dichas disposiciones son normativas (es ley).

Como indicaba el sabio Al-Bujari, autor del considerado libro más importante después del Corán para los musulmanes suníes, Alá ordena "luchar contra la gente hasta que atestigüe que solo Alá tiene derecho a ser adorado, y que Mahoma es el Enviado de Alá". Ninguna secta islámica ha renunciado jamás a la proposición de que la ley islámica (como indica el Corán) debe reinar en forma absoluta en todo el mundo, y que los musulmanes, bajo ciertas circunstancias, deben tomar las armas en pos de este objetivo. Como indica Robert Spencer al respecto, después de 1683 (año de la batalla de Viena que puso freno a la conquista de Europa por parte de los musulmanes, tras cuya victoria habríamos dejado de ser quienes somos o lo que somos) pusieron fin a la yihad en gran escala, pero no porque hubieran modificado o rechazado sus doctrinas que la motivaban, sino porque el mundo islámico se había vuelto demasiado débil como para continuar, situación que comenzó a cambiar en épocas recientes con el descubrimiento de petróleo en Oriente Próximo.

Al respecto, Sayid Abul Alá Maududi (1903-1979), fundador del partido pakistaní Jamaat-e-Islami, declaró que los no musulmanes "de ninguna manera tienen derecho a tomar las riendas del poder en ningún lugar de la tierra de Dios, ni de dirigir los asuntos colectivos de los seres humanos en función de sus propias doctrinas equivocadas". Pues si lo hacen, "los creyentes tendrán la obligación de hacer todo lo que esté a su alcance para desalojarlos del poder político y hacer que vivan sometidos al estilo de vida islámico".

Como indica Spencer, "hacer todo lo que esté a su alcance, incluso hasta el punto de atar a sus cuerpos y volarse en autobuses o en restaurantes abarrotados de gente, o de secuestrar aviones y estrellarlos contra torres de oficinas".

No tomarse las reiteradas advertencias y dictados de los islamistas en serio, o ni siquiera hacerles caso es sumamente peligroso, de la misma manera que lo es justificarlas y buscar otras causas como culpabilizar a Occidente de estos actos. Eso no solo es contraproducente, sino que les hace el juego a los terroristas, que emplean dichos pretextos en beneficio propio. El aprovechamiento de los pretextos se constituyó a partir de la batalla de Uhud en el año 625, y a partir de entonces tomarían cualquier agresión como pretexto para la venganza, sin tener en consideración si habían sido ellos los que la provocaron. De esta manera se aprovechan para influir en la opinión pública, los yihadistas y sus aliados políticamente correctos en ciertas ramas de la izquierda, sirviéndoles para justificar sus acciones. De esta manera justifican que solo están reaccionando a las provocaciones de los enemigos del islam, logrando influir poniendo a su favor a mayores capas de la opinión pública. Así, podemos ver como una amplia capa de la opinión pública cree que la yihad global es una respuesta a algún tipo de provocación: la guerra de Irak, la fundación de Israel, el neocolonialismo americano, la codicia del petróleo...
Así, aquellos que se olvidan de la historia, hacen surgir nuevos fenómenos para culparlos de la situación. Pero los yihadistas llevan muchísimo tiempo antes que todos estos acontecimientos. De hecho, llevan luchando e imitando a su profeta guerrero desde el siglo VII, considerando además que también hoy mismo actúan de la misma manera y atentan en cada región del mundo con pretextos que se adecuan a cada lugar y nada tienen que ver con las que emplean en otras regiones (sean cristianos, judios, budistas, ateos o musulmanes de otra vertiente. Sean países que hayan participado en alguna guerra contra ellos o no, sean occidentales o chinos, africanos o asiáticos. Sean excolonialistas o no. Hayan tenido presencia musulmana previa (que además se alcanzó mediante la conquista) o no. Y así con todo.

Las justificaciones ante el terror, la victimización del terrorista, la ocultación de los hechos, la persecución y censura de toda crítica, la evasión del problema, la estrategia de apaciguamiento mediante la cesión, la huída hacia adelante para no afrontar el problema, la dictadura de la corrección política y el apoyo mediático al terrorismo en sus distintas formas no solo no solucionará NADA del problema, sino que seguirá aumentándolo, dando fuerzas al enemigo de TODOS nosotros y de nuestra civilización, aumenta y aumentará cada vez más el poder de persuasión de los terroristas, seguirá reduciendo o manteniendo en el anonimato y bajo la amenaza la voz discordante de los musulmanes moderados o laicos que pretenden una profunda refundación del sistema político-social-religioso que es el Islam, seguirá aumentando las filas de los terroristas con crecientes conversiones de nuevos, aumentará los extremismos nacionalistas (fascismos y partidos de extrema derecha) también en Occidente (ante la absoluta incapacidad de los pésimos políticos en solucionar un problema que agravan y al que dan la espalda o afrontan de manera errónea) incapaces de defender a sus ciudadanos.

En definitiva, seguirá acrecentando un problema cuyas consecuencias serán cada vez más dramáticas e ineludibles.


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