sábado, 17 de septiembre de 2016

El doble rasero también es corrupción

Artículo sobre el mayor caso de corrupción en la historia de España con mucho, su transcendencia, su tolerabilidad mediática y social y la doble vara de medir que se emplea respecto a otros casos (mucho menores bajo cualquier punto de vista), la hipocresía política y el daño social que causa. 

Artículo de Libertad Digital:

Griñán y Chaves | 'Cordon Press
Ya no son cálculos periodísticos ni especulaciones policiales: la Fiscalía ha calculado el montante de lo robado en la trama de los ERE y la escalofriante cifra supera los 740 millones de euros. Una cantidad absolutamente descomunal, extraordinaria y sin parangón con ningún caso de corrupción de la historia de España, con la única excepción del saqueo de Cataluña perpetrado por CiU y los Pujol, probablemente el mayor caso de corrupción de la historia de Europa.
Es además una trama en la que desde la Administración se creó un circuito paralelo de reparto de dinero para comprar votos, engrasar lealtades y, en definitiva, mantener un régimen que ya ha imperado sobre Andalucía más que la dictadura franquista.
Ninguna corrupción es tolerable, cualquier hecho delictivo debe ser castigado y en todos los casos deberían pedirse las responsabilidades políticas necesarias. Dicho esto, no es posible obviar la brutal diferencia que tiene el impacto en la opinión pública de este inmenso caso de corrupción y el de otros mucho menores en cuantía y que no han ensuciado a toda una Administración, pero que, sin embargo, copan las portadas y los informativos.
Así las cosas, cuando se compara la magnitud del dinero supuestamente blanqueado en Valencia –unas decenas de miles de euros– con los centenares de millones del sistema delictivo presuntamente creado desde la Junta; o el objetivo de una de las tramas –financiar parte del gasto en unas únicas elecciones– con el de la otra –el desvío prolongado y masivo de fondos para una operación inaudita de cacicazgo a gran escala–, sorprende que Rita Barberá sea poco menos que el enemigo público número uno mientras el PSOE se permite el lujo de ir dando lecciones sobre corrupción.
La conclusión es evidente: una parte de la sociedad española, y muy especialmente de la política y los medios, está cargando contra la corrupción del PP no por afán de limpieza democrática, sino para sacar tajada de una manera ominosa.
Esa escandalosa doble vara de medir es también corrupción, una corrupción tremendamente grave aunque no sea constitutiva de delito, porque la limpieza de las instituciones y la vida política debe ser un valor primordial, exigible a todos los actores políticos, no un caballo de Troya para conducir proyectos totalitarios al poder.
El doble rasero es el gran enemigo de la justicia, y sin justicia no es posible la regeneración democrática.

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