sábado, 15 de octubre de 2016

Hillary Clinton y Donald Trump: “Una calamidad que ya no podemos evitar”

Carlos Montero se hace eco del analisis de Guillermo Barba sobre los candidatos a la Casa Blanca, ambos sin duda (y lejos de la creencia del bueno y del malo), una calamidad que ya no se puede evitar.

Las próximas elecciones de EE.UU. del próximo 8 de noviembre es, y será, uno de los factores principales que están condicionando los mercados en las últimas semanas. La ventaja de Hillary Clinton en las encuestas, cercana a los seis puntos porcentuales, ha calmado a los inversores, que ven a la candidata demócrata mucho más favorable para los mercados que Donald Trump.
Pero no todos piensan así. El economista Guillermo Barba, al que hacemos referencia en estas páginas periódicamente, cree que ambos candidatos “son una calamidad que ya no podemos evitar”. Veamos como lo argumenta:
Todo mundo sabe que Donald Trump es un mentiroso, una persona de moral cuestionable, un misógino, racista y mucho más. Sin embargo, a partir de ahí muchos piensan –casi por mero descarte-, que Hillary Clinton es la “buena”. Esto de ninguna manera es así. Los dos son una calamidad que ya no podemos evitar.
Y es que la candidata demócrata es tan mala como él para los intereses de Estados Unidos e incluso, un peligro para la paz en Medio Oriente, y potencialmente, del mundo.
Entre todas las tonterías y ocurrencias de Trump –como sus ideas mercantilistas, que por cierto comparte con Clinton- hay algunos temas en los que tiene razón y que salieron a relucir en el segundo debate: deben bajar los impuestos a las empresas para estimular la economía y así propiciar que miles de millones de dólares en el extranjero, se animen a regresar a ese país a invertir. Claro está, esto significaría también tener que reducir el gasto público (algo más que dudoso) y/o expandir la deuda pública. Esto último, más de lo mismo que ha disparado la administración Obama.
De igual modo Trump tiene razón en que Estados Unidos y Rusia deberían pelear juntos contra el terrorismo –en específico contra el llamado “Estado Islámico” (ISIS)-, y en que las políticas de Washington han fortalecido a un peligroso enemigo islámico: Irán.
Por otro lado, Clinton aunque no lo diga de forma abierta, también quiere renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Ella siempre se opuso a ese acuerdo comercial, y en corto, ha revelado sus verdaderas intenciones a líderes sindicales.
Asimismo, Clinton quiere por diversas vías más impuestos a los ricos y sus herederos, disparar el salario mínimo (algo que hasta entre los propios demócratas no genera consensos) y combatir la “desigualdad” –cuando el problema real es la pobreza-. Todas estas, propuestas dignas de cualquier populista latinoamericano y que, llevadas a la práctica, no ayudarán a impulsar a la alicaída economía estadounidense sino todo lo contrario, agravarán una nueva recesión que pase lo que pase, es inevitable.
Aún más preocupante es el odio que siente Clinton contra Rusia. Lejos de cooperar con Moscú contra ISIS –un declarado y verdadero enemigo de la civilización occidental-, el domingo volvió a dejar ver su intención de derrocar al gobierno de Assad en Siria. Sus intereses particulares y los de sus aliados en Arabia Saudita y Qatar, están por encima de cualquier lucha contra el extremismo islámico.
Al respecto, esta semana Wikileaks reveló nuevos correos electrónicos de Clinton con su actual coordinador de campaña, John Podesta, quien en ese momento (agosto de 2014) era consejero de Barack Obama, donde ella confirma que Qatar y Arabia Saudita “están proveyendo financiamiento clandestino y apoyo logístico a ISIS y otros grupos suníes radicales en la región.” No es casual.
No olvidemos que ambos países han tenido la intención de construir ductos hacia Europa atravesando territorio sirio –que Assad ha rechazado-, lo que afecta los intereses económicos rusos en el sector energético. Esto complica una lucha conjunta contra ISIS. Estados Unidos disfraza como lucha “contra el terrorismo”, lo que más que nada es un interés por derrocar a Assad –en su beneficio y de sus aliados-, que no conviene a Rusia.
El problema es que la caída de Assad que tanto quiere Hillary, en realidad tendría como resultado que Irán tome control del país. En los hechos, un nuevo “Gran Irán” se extendería desde territorio persa hasta Irak, Siria y Palestina, lo que representa un grave peligro para el pueblo israelí, a quien abiertamente pretenden destruir.
Incomode o no, no hay duda de que Washington ha fortalecido al régimen de Teherán. Ésta en realidad es una política que data de décadas atrás y no solo de la actual administración (ver: EE.UU. e irán: ¿amigos o enemigos?)
Como podrá entenderse, el peligro de un enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia es real. No se sorprenda si en el futuro próximo ocurre un nuevo “accidente” como el derribo de un avión de combate estadounidense o ruso, que agravaría las tensiones. Ojalá, no pasen a mayores.
Debe quedar claro que Moscú no abandonará su apoyo al gobierno sirio dada la importancia geopolítica y económica que tiene Siria para la Federación Rusa. Además, ¿alguien imagina al presidente Putin cediendo ante las presiones de una eventual presidencia de Clinton? La cosa está complicada. No hay bando “bueno”, las atrocidades cometidas por ambos no tienen justificación posible.
En fin. El punto aquí es que gane quien gane la carrera por la Casa Blanca, México y el mundo saldremos perdiendo. El proteccionismo, como brazo comercial del populismo de izquierdas y de derechas –en oposición al libre mercado y la prevalencia de la libertad del individuo-, anticipa enormes peligros para la paz e intentos por justificar tanto economías cerradas (que son perjudiciales para el consumidor), como regímenes socialistas y totalitarios.
Más que nunca, es urgente persistir en la defensa de la libertad de las personas y de los valores de la cultura occidental, que están bajo ataque. Es demasiado lo que podemos perder.

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