miércoles, 7 de diciembre de 2016

¿Fiarse … de qué expertos?

Plazaeme se hace eco del interesante artículo de Scott Adamas, junto con el de Judith Curry sobre la fiabilidad de los expertos (científicos), en referencia al tema del cambio climático.

Artículo de Plazamoyua:
Brexit y Trump son revoluciones, y bastante “filosóficas”. Nota marginal: yo hubiera votado contra Brexit, y no hubiera votado a Trump ni harto de grifa; pero el motivo hubiera sido de tipo práctico e impulsado básicamente por el miedo. Lo que no me impide ver que de fondo hay una discusión muy interesante sobre formas distintas de entender el mundo.
Os traigo una delicia de Scott Adams, el autor de Dilbert:
– Los científicos se equivocan a menudo, paro rara vez son estúpidos.
– Como he dicho más arriba, acepto el consenso de los expertos del cambio climático cuando dicen que la ciencia del clima es real y precisa. Pero lo hago para proteger mi reputación y mis ingresos. No tengo forma de evaluar el trabajo de los científicos.
Si me preguntas si me asusta que el cambo climático arruine el planeta, diré que está entre las últimas de mis preocupaciones. Si la ciencia está en lo cierto, y el peligro es real, encontraremos el modo de limpiar la atmósfera lo que sea necesario. Siempre encontramos formas de evitar los peligros lentos. Y si el riesgo del cambio climático no es real, diré que siempre lo he sabido, porque la ciencia del clima encaja con todos los criterios de una alucinación de masas producida por los expertos.
A pesar del humor es de los artículos más inteligentes que he leído sobre la confianza en los expertos. Una de las discusiones de fondo, que llamo “filosóficas”, traídas por los resultados de Brexit y Trump. ¡El populacho contra los expertos (la élite)! ¿Es idiota el populacho?
Bueno, pues no necesariamente. Porque ocurre que los expertos se equivocan con frecuencia, y todos hemos visto casos muy notables en un período tan corto como nuestras propias vidas. Trump tenía un 2% de posibilidades de ganar, y el Brexit ninguna. La “pirámide alimenticita” era un consenso totalmente fetén.
En el año 2.000 el mundo se iba a parar por los ordenadores y sus fechas. La úlcera y la gastritis eran por culpa de la vida desordenada. La gripe del pollo, no digamos. La marihuana era un paso que conducía inevitablemente a ser un colgado de la heroína. La “insostenibilidad” y el crecimiento de la población deberían haber acabado con la civilización hace décadas. El petróleo se acabó en 1990 o por ahí. El alcoholismo era un fallo moral sin relación con los genes. Los hombres y las mujeres eran indistinguibles; salvo por algunos detalles externos, irrelevantes. Y el sexo se elige, de una forma más o menos intelectual. ¡Ah!, y los vascos eran del PNV desde hace siete mil años. No hace falta seguir; se pilla fácil el esquema.
Establecido que no pocas veces los expertos se equivocan miserablemente, tampoco conviene olvidar que algunas veces sí saben de lo que hablan. Y Scott plantea la posibilidad de que haya síntomas que permitan distinguir entre afirmaciones fiables de los expertos, y las que merecen el cubo de la basura. Resulta divertido, inteligente, y muy recomendable:
Uno de los argumentos principales de la alarma climática funciona así. Si el 97% de los médicos te dicen que te operes, ¿tú que harías? La respuesta que aparentemente no se les ocurre es esta: Preguntar cuántas veces ha salido bien esa operación concreta de esos médicos en cuestión , y cuántas veces ha salido bien la no operación que propone el 3%. Y el problema es evidente. Nadie ha hecho nunca la operación que proponen. (La idea de que un 97% propone una operación determinada es completamente falsa, pero lo dejaremos pasar).
Yo creo que es bastante evidente que tanto la filosofía élite como la filosofía Brexit / Trump son perfectas majaderías. Ni los expertos tienen razón siempre, ni los expertos tienen razón nunca. Y hay ramas y ramas de expertos, o especialidades y especialidades. Incluso dentro de una especialidad hay cosas que demuestran saber (vaya, que aciertan consistentemente), y otras que no tanto. ¿Es muy difícil entender el problema? No parece que debiera.
Lo de Scott lo he encontrado en lo último de Curry:
Donde se muestra otro de los síntomas importantes a la hora de juzgar lo que dicen los expertos de un campo. El coste de la herejía. En palabras de Scott:
El hecho de que la mayoría de los científicos estén de acuerdo significa, o bien que la evidencia está de un lado, o bien que las presiones sociales y económicas son muy altas. Y como podemos ver con claridad, el coste de estar en desacuerdo con la ortodoxia en este campo es irrazonablemente alto si eres un científico.
Si además te preocupas en averiguar en qué consiste esa “evidencia” (Scott no lo hace), ya ni te cuento. Y resulte como resulte lo de Trump (a mi me sigue dando yuyu), hay que reconocer que ha tenido el efecto de poner sobre el tapete la discusión necesaria de estas “filosofías”. Un efecto ya positivo. Que yo espero que aumente.
Fuentes (se recomiendan ambas).
Scott Adams:
Judith Curry:

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