martes, 25 de abril de 2017

Cinco mitos de “Las Venas Abiertas de América Latina”

Adrián Ravier expone cinco mitos de la obra de Galeano (que tanta repercusión tuvo para mal en América Latina), "Las venas abiertas de América Latina", obra analizada críticamente en detalle en la célebre obra de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, "El Manual del perfecto idiota latinoaméricano".  
Por otra parte, en este ensayo, Ravier desarrolla con mayor profundidad la crítica y errores de Galeano. 
Una obra, por cierto, que el propio Galeano desacreditó

Ayer falleció Eduardo Galeano y con él se fue una de las plumas más extraordinarias del mundo hispano. Algunos lo recuerdan por sus cuentos y retratos sobre fútbol; otros más bien por su perspectiva de la historia latinoamericana la que retrató en un famoso pequeño libro titulado Las Venas Abiertas de América Latina.
Me propongo a continuación desmantelar brevemente los mitos que Galeano presenta en aquel libro, los que se pueden resumir en las siguientes cinco ideas.
1) Ha existido una continua política de saqueo desde la época de la Colonia hasta nuestros días.
Galeano plantea en este libro una línea continua desde el saqueo de metales preciosos –en particular en la forma de oro y plata– generada por los conquistadores en los siglos XVI, XVII y XVIII, hasta los réditos que obtienen empresas multinacionales como General Motors en los siglos XX y XXI.
Lo cierto, sin embargo, es que esta línea continua constituye un mito. Mientras los conquistadores hicieron uso de la fuerza y la violencia para obtener los metales, General Motors y otras empresas multinacionales ofrecen intercambios voluntarios y pacíficos que enriquecen las regiones en las que se introducen ofreciendo inversiones, innovaciones, know how, trabajo y demás.
2) Fue precisamente ese saqueo el que impulsó el mayor desarrollo relativo europeo respecto de Latinoamérica.
Si uno considera hoy el mayor retraso relativo de España y Portugal en relación con sus vecinos europeos no parece haber razón en esta hipótesis. Más bien, los metales preciosos que llegaban a estos dos países permitieron incrementar el consumo de corto plazo, pero condenaron su futuro industrial. Por el contrario, otros autores como Deirdre McCloskey explican que el mayor desarrollo económico de Europa se explica por otras fuentes, a saber, el mayor espacio y dignidad que recibieron los mercaderes e inventores para que sus proyectos pudieran florecer, a medida que se eliminaban controles y regulaciones.
3) El orden económico vigente no es la consecuencia de un orden espontáneo, sino un orden generado a través de la planificación central americana, primero con el cuerpo de políticas gubernamentales, y luego con los tentáculos de las empresas multinacionales que saquean a todos los países en los que se introducen.
No seremos tan ingenuos de creer que Estados Unidos y ciertas potencias no participan en la formación del orden económico vigente. Seguramente lo hacen, y especialmente a partir del momento en que Estados Unidos abandona su política exterior de “no-intervención”, y más bien interviene en todos los conflictos militares y políticos que se generan en el mundo.
Pero asumir que cada empresa multinacional que se introduce en nuestra región es el medio para continuar con el saqueo de otros tiempos, constituye un exceso. Pienso más bien que confluyen en el orden económico vigente ciertos órdenes espontáneos, formando instituciones como el lenguaje, el derecho, el comercio, el dinero o la globalización, con otros factores políticos que vienen diagramados desde el norte.
4) La culpa de nuestros males (pobreza, indigencia, desocupación extendida) es del mundo desarrollado. Nuestra pobreza es la contrapartida de la riqueza de los países centrales.
Quizás lo más peligroso de aceptar el punto anterior, es justamente pensar que nuestros males son producidos por cuestiones ajenas a nuestras decisiones. Estados Unidos y Europa no deciden nuestro futuro, y debemos hacer un mea culpa nosotros mismos de los errores que hemos cometido.
Los intercambios voluntarios son un juego de suma positiva, donde ambas partes ganan. Si intercambiamos nuestro trabajo con el de nuestros vecinos y eso nos genera mayor riqueza, ¿por qué pensamos que una frontera política puede cambiar el resultado del mismo proceso? Nuestra pobreza no es la riqueza de los países centrales, sino la consecuencia de no haber sabido crear un contexto favorable a la inversión y a la formación de capital, como sí ocurrió en Europa a partir de lo que comentamos arriba; esta es la tesis de McCloskey.
5) La única forma de interrumpir este proceso y darle esperanza a los pueblos latinoamericanos, es a través de la violencia, expropiando la propiedad privada de los medios de producción a quienes han abusado de él.
Quizás sorprenda al lector que Galeano suscriba las siguientes palabras de Josué de Castro: “Yo, que he recibido un premio internacional de la Paz, pienso que, infelizmente, no hay otra solución que la violencia para América Latina”.
Sus palabras a favor de la revolución cubana, acompañaron y justificaron el ataque a innumerables derechos humanos de los cubanos que aun hoy sufren las consecuencias de una dictadura, carentes de libertades individuales fundamentales.
Los países latinoamericanos tienen dos opciones. O somos parte del mundo, o nos mantenemos ajenos a él. Y la experiencia muestra que mantenerse aislados o ajenos a él, no trae buenas consecuencias para el pueblo. Más bien, pienso que debemos aprovechar la división internacional del trabajo y la globalización, integrar los mercados y aprovechar los beneficios del intercambio, que siempre genera valor para sus participantes.
Los medios comentan la noticia. Nos ha abandonado una de las plumas más extraordinarias de Latinoamérica, no tanto por el contenido de sus ideas que pueden encontrarse también en otros autores, sino por la forma en que supo expresarlas.
En sus últimos comentarios sobre Las Venas Abiertas, sin embargo, Galeano señaló: “Yo no sería capaz de leer el libro de nuevo. Para mí esa prosa de izquierda tradicional es pesadísima”. […] Fue el resultado de un intento de un joven de 18 años de escribir un libro sobre economía política sin conocer debidamente el tema. […] Yo no tenía la formación necesaria. No estoy arrepentido de haberlo escrito pero fue una etapa que, para mí, está superada”.

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