jueves, 27 de abril de 2017

Más impuestos generan más pobreza. Al final tendrá razón Donald Trump.

Carlos Montero analiza el grave perjuicio que generan los impuestos en la economía, especialmente, a los más pobres. 

El presidente Donald Trump ha detallado los principales puntos de su nuevo plan fiscal. Lo más destacable a mi juicio es por un lado la fuerte reducción del impuesto de sociedades, y por otro la ausencia del tan temido impuesto fronterizo. Pero centrémonos en el primero.
La reducción del impuesto a las compañías tiene como objetivo incrementar el beneficio de estas empresas, lo que debería llevar, en teoría, a un aumento de inversión y contratación. Y decimos en teoría porque el tejido empresarial en EE.UU. ya nada en la suficiente liquidez como para poder permitirse la financiación necesaria de sus proyectos. Por otro lado, el mercado laboral en EE.UU. está cerca del pleno empleo por lo que por ahí no hay mucho que mejorar.
¿Pero de dónde compensará Trump la recaudación que pierda por la reducción de las tasas corporativas? Espera que de la reactivación económica, y del aumento de algunos impuestos indirectos. Los especialistas creen que no se podrá compensar, y que el déficit presupuestario del país seguirá aumentando.
Llegados a este punto nos gustaría publicar una interesante reflexión del economista Kohouteck Velasco sobre el propósito distributivo de las cargas impositivas. A su juicio, más impuestos genera más pobreza, lo que parece dar la razón al nuevo plan fiscal de Trump. Veamos que dice Velasco:
Muchas críticas y defensas se han vertido en un tema que suele ser tan doliente como complejo pues a lo largo de la historia, desde que se registraron sus primeros pasos, no se ha logrado un consenso generalizado respecto a los efectos, beneficios y consecuencias de implementar sistemas tributarios.
No es ningún secreto para quienes hemos sido partícipes o escuchas de algún debate al respecto que el principal argumento a su favor – de quienes defienden la existencia y agresividad de los sistemas tributarios, claro está – es la necesidad que tienen los sectores económicamente vulnerables de ser “estimulados” o en su defecto “sostenidos” por el resto de la ciudadanía económicamente activa. Hoy me he dado cuenta del disparate aquí narrado.
Voy a evitar entrar en conflictos éticos y morales al respecto; voy a referirme únicamente a la parte tangible de esta disputa y voy a adelantar la conclusión a la que he llegado: Los impuestos solo producen más pobres.
Cuando se anuncia el incremento de un impuesto, sea directo o indirecto – Aplicado directamente al contribuyente y su nómina o permeado en algún producto/servicio, dicho en palabras entendibles – uno piensa que los sectores específicos son quienes van a verse afectados directamente, cuando no suele ser así, para nada, jamás.
Pongamos de ejemplo del aumento de los impuestos a los refrescos y bebidas azucaradas.
En principio uno pensaría que tanto productores como consumidores serían quienes cargarían con el agregado extra, dejando indemne al resto de la población esté o no relacionado con el giro comercial o la ingesta del mismo ¿No? Bueno, es un poco más complicado.
Cuando se decreta un impuesto indirecto como en el caso descrito, quienes producen tienen dos opciones para responder: O aumentan el precio del producto en cuestión trasladando el agregado extra directamente al consumidor o ven la manera de absorber el costo, teniendo que recortar gastos.
En la primera opción podemos decir que la empresa puede seguir operando sin “grandes cambios” a riesgo de que el incremento sea lo suficientemente importante para generar una baja en sus pérdidas o en la lealtad de sus clientes y en la segunda opción que este ahorro puede venir de la búsqueda de mejores rutas de transporte, de la búsqueda de proveedores más accesibles o de la automatización de procesos – que también crea fuentes de empleo, pero de otro tipo de especialidad.-
A estas alturas seguramente probablemente ya se han dado cuenta de quién es el afectado directo de todo esto.
Sí, desafortunadamente, es la persona de bajos recursos. Es quien por unos centavos más ya no va a vender la misma cantidad de bebidas en su discreta abarrotes, quien tiene altas posibilidades de ser despedido en los grandes recortes, a quien cada peso le cuesta, le duele y lo vive al día.
Las empresas tienen mecanismos para hacer frente y sobrevivir – Situación que beneficia a todos pues de las quiebras y expropiaciones solo surgen miserias generalizadas – así como los sectores gravados – El de las personas propensas a Diabetes, siguiendo el mismo caso –  pueden darse el lujo de prescindir e ignorar, teniendo prácticamente nulas repercusiones en unos, pero importantes en otros.
Es decir, cuando se impone un impuesto, bajo la bandera que sea, quien termina afectado de formas mucho más violentas es quien menos tiene, quien a duras pernas intenta salir adelante solo para encontrarse con frenos despreciables, complicados, que solo hacen más eterno el círculo de pobreza vuelto, incluso, un problema generacional con el que poco se puede hacer. 

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