lunes, 7 de mayo de 2018

Llega la parada en seco: se desploma el peso, señal de alarma

Daniel Lacalle analiza la situación actual de la economía argentina a raíz del desplome del peso, y la señal de alarma que despierta, sino se llevan a cabo reformas ineludibles. 
La política del gradualismo con ajustes suaves con ajustes tibios y mínimos aprovechando la confianza inicial de reformas y la coyuntura temporal positiva (dólar débil, confianza extranjera, elevada liquidez...) cayendo en los mismos defectos monetarios que han llevado a Argentina a una situación crítica en diversas ocasiones no es la solución, y no evitará una nueva crisis. 

Artículo de Diagonales:
El Peso Argentino, a cierre de este artículo, perdía un 17% anualizado y se mostraba como la moneda que más se ha devaluado en 2018. Más que la Lira de Turquía y el Rublo de Rusia.
¿Qué explica esta caída del peso?
Hace tiempo que muchos economistas hemos alertado del error de acudir al aumento de la masa monetaria para evitar un ajuste más agresivo en la Argentina. El ejecutivo de Cristina Fernández de Kirchner dejó un agujero monetario cercano al 20% del PBI (producto bruto interno) y una enorme inflación -la tercera más alta del mundo- tras años de intentar cubrir los desajustes estructurales con aumentos de la masa monetaria -imprimir pesos por parte del banco central- superiores al 30-35% anuales.
Desafortunadamente, no se llevó a cabo el ajuste necesario y urgente del destrozo monetario y fiscal, sino que se intentó una fórmula alternativa. Acudir a emitir deuda y continuar financiando el gasto público con emisiones del banco central mientras se recuperaba la economía para llevar a cabo un ajuste lento y suave.
Ese “ajuste suave” se justificaba por la enorme liquidez existente en los mercados internacionales y por la debilidad del dólar. Y, como explico en mi libro La Gran Trampa, muchos países latinoamericanos cayeron en esa trampa de liquidez. Y cuando para, es devastador. Altos déficits fiscales y comerciales financiados por una entrada de dólares a corto plazo.
Argentina llegó a emitir un bono a cien años a una tasa espectacularmente baja (8,25%) y con una demanda muy alta, más de 3,5 veces la emisión. Esa emisión de $2.500 millones parecía una locura para algunos. Un bono a cien años de una nación que ha hecho impago al menos seis veces en los cien años anteriores.
Sin embargo, la demanda de bonos e inversión a la Argentina estaba justificada por unas expectativas de reformas y un cambio que, a medida que pasaba el tiempo, se mostraba claramente insuficiente. Un pilar fundamental era controlar la inflación, pero con un aumento tan agresivo de la base monetaria por parte del banco central argentino, dicha inflación se mantenía por encima del 23%.
La inflación en Argentina no es una casualidad o un problema sobrevenido, es el resultado de la política monetaria equivocada. Con un aumento de la base monetaria de un 28% anual, y buscando cubrir los desequilibrios estructurales con impresión de pesos y aumento de deuda para “ganar tiempo” y hacer reformas suaves, se gestaba el desastre que ocurre cuando la liquidez y el dólar cambian de sentido.
El fenómeno se llama La Parada en Seco. Los países se acostumbran a un flujo extraordinario de dólares baratos a corto plazo, y abandonan el impulso reformista. Cuando la mayoría de los países emergentes y latinoamericanos se han lanzado a tener déficits gemelos -comercial y fiscal-, estaban sellando su destino: cuando el dólar recupera cierta fortaleza, suben las tasas en Estados Unidos por aumento de inflación, y ese flujo de dólares baratos a mercados emergentes se revierte y vuelve a activos seguros, como el bono a 10 años norteamericano.
Lo preocupante de Argentina es que debería haber aprendido de este problema que ha vivido durante décadas. La impresión exagerada de moneda no compra tiempo ni disfraza los problemas estructurales. Simplemente se destruye el poder adquisitivo de la moneda y se reduce la capacidad del país de atraer inversión y crecer.
Lo más preocupante de todo es que en el arco político en Argentina solo parecen existir dos opciones: o imprimir pesos como locos o imprimir muchos más pesos como locos.
Argentina debe adoptar una política monetaria que defienda el poder adquisitivo y la confianza en el país, no que transfiera a los ciudadanos los desequilibrios de un gasto excesivo.
No está todo perdido. Esto es una advertencia, y el Banco Central y la administración Macri deben tomar este episodio como una grave señal de alarma, como un brote de alta fiebre que refleja una enfermedad seria.
Los desequilibrios estructurales no se mitigan llevando a cabo la misma política monetaria que llevó a la Argentina a la crisis y el descrédito. La confianza que se ha depositado en un cambio real no puede quebrarse.
La parada en seco no es una broma. En los próximos tres años el Fondo Monetario Internacional estima que los flujos a economías emergentes caerán hasta en $60.000 millones anuales, el equivalente a un 25% de los flujos recibidos entre 2010 y 2017.
Argentina puede separarse del circulo vicioso de aumento de masa monetaria, devaluación, inflación, crisis y repetir. Debe aprovechar que la percepción de los inversores se mantiene positiva. No para retrasar las inevitables reformas, sino para acelerarlas. Así evitará caer en una grave crisis.

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